La crisis económica ha provocado un interesante y profundo debate académico sobre las políticas que deberían aplicarse para solucionarla. De un lado del espectro se alinean los economistas que promueven la aplicación de políticas expansionistas por el lado fiscal y monetario. En la otra orilla, se encuentran los financistas, políticos y ciertos economistas, que además son los que definen la sabiduría convencional, que plantean la necesidad de reducir los déficits públicos para generar confianza y retomar el crecimiento. Esta posición mantiene que el principal problema es el miedo a que se pierda la confianza, por lo cual, para mantenerla, se deben aplicar políticas de ajuste que se encargarán de lograr el crecimiento. Es decir, una austeridad que generará expansión económica. Esta receta ya se implantó en América Latina en la década de los ochenta y en Asia en las década de los noventa del siglo pasado con resultados desastrosos. En la actualidad los países en crisis deben aplicar una política fiscal que estimule el crecimiento, manteniendo a su vez suficiente liquidez para que los mercados funcionen. Los de la otra orilla mantienen que esas políticas van a ocasionar que la deuda pública se desborde afectando la confianza en el futuro de la economía. Si bien, la deuda pública crecerá, la misma se irá diluyendo en el futuro cuando la producción interna comience a crecer más rápido que la deuda. Los austeros, mantienen que la confianza que generará el ajuste incidirá en las tasas de interés que bajarán aumentando la inversión y provocando la recuperación. Pero lo que los austeros se han olvidado de mencionar es que las tasas de interés están cercanas a cero, por lo cual, la reactivación no puede venir por ese canal. Otro argumento utilizado por los austeros es que el ajuste fiscal cambiará las expectativas de los consumidores, la carga tributaria bajará en el futuro sintiéndose más ricos y gastando más. En un momento de gran desempleo nadie está pensando en qué pasará con los impuestos a futuro, cuando las prioridades son otras. Como dato histórico toman como referencia la recuperación de la economía canadiense en los 90 cuando se aplicó austeridad fiscal. Analizando los datos económicos, las tasas de interés bajaron rápidamente estimulando la inversión, lo que no es posible actualmente, y las exportaciones subieron debido a la expansión de la economía de EE.UU. y a la debilidad del dólar canadiense. Hoy no existe país en crisis que pueda absorber las exportaciones de terceros. Por lo cual, en este interesante debate, y dada las condiciones en que se encuentran las economías en problemas, el camino correcto es aplicar políticas de estímulo fiscal y monetario. Ese es el legado que dejó la gran depresión.