El Jefe comenzó -asustado, humilde y furioso- perdiendo una elección presidencial, allá por octubre del 2006, frente a uno de los peores candidatos que registra la inquieta y a veces descocada historia ecuatoriana. El que ganó la primera vuelta fue Alvarito, quien años antes no le pudo ganar ni a un coronelito llamado Lucio. Si alguien no cree, les contamos que Rafael Correa Delgado obtuvo el 22.8% de los votos y su multimillonario y sonreído rival nada menos que el 26.8%.
¿Qué dijo el perdedor? Fraude, por supuesto. Pero algo más. Se propuso ganar la segunda vuelta y largo. Aunque sea visitando al pelucón alcalde Nebot, dando una vuelta y respondiendo sin candela las preguntas de los medios, dedicando –como lo haría el resto de su vida- 21 horas diarias a la campaña total, olvidándose por unos días de un amigo llamado Hugo y sacando a relucir todos sus recursos mientras su contendor –Noboa- lanzaba unos billetitos al aire y en la tarima ensayaba un par de chistes, pidiendo luego al Señor que le ayudara a salvar al país desde Carondelet.
Ya saben el desenlace. El ex vencido ganó ampliamente la segunda vuelta (56.67% por 43.33) y juró, pero no por la Constitución neo liberal, gobernar al Ecuador por los próximos cuatro años. Sin perder tiempo se dedicó a la dulce tarea de ganar elecciones y tuvo el gusto de inaugurar la primera Asamblea correísta –presidida por Betí y luego por el Corcho- y echar abajo hasta los últimos restos de la partidocracia y la institucionalidad. En la reforma de las leyes se preocupó de que la última palabra quedara para el Jefe. De paso, los sábados dio palo a los feos adversarios y, por supuesto a la horrible prensa. Cuando los chapitas le echaron gas y le garrotearon, pues, les acusó de secuestro Express y ganó 10 puntos más en la popularidad, convenciéndose de que era, definitivamente, el Gran Jefe y, por lo tanto, el único que podía meter la mano en cualquier tema y, con la zurda hincada, salvar a la Patria.
Fue cuando dijo “sí, voy a meter mis manos en la justicia para bien del país” y anunció que, para su satisfacción, venía la bronca del siglo. El super asesor Alexis explicó que no sucedía nada del otro mundo. Sólo que su amigazo Rafael -usando su poder de Gran Jefe- se encargaría de liderar la reestructuración de la justicia durante 18 meses, luego de triunfar en la consulta que se venía. Nada más. Algo lógico, según Mera, después de mostrar su poder durante cuatro años y, por añadidura, de encabezar la lucha contra las invasiones de tierras, algo que no habían podido ni los Leones ni los Cachorros. Tranquilos. Bien por la lucha anti invasiones, entre otras cosas por ser constitucional. Respecto al resto, ya se puede esperar que en la próxima consulta el doctor Mera incluirá la siguiente pregunta: ¿acepta usted que el Gran Jefe meta sus manos personal y directamente en todos los problemas y temas del país? Punto.