Alexandra Kennedy
akennedy@elcomercio.org
Como muchos, no hemos visto a los espíritu rojos o luban oko en tsafiqui. Aparecen cuando hay sangre o uno de los tsachilas se encuentra debilitado. Y si pasaran por enfrente nuestro seguramente no los veríamos, estamos en otro “trip”. Pocos mestizos seríamos capaces de hacer un alto para creer, simplemente creer en aquello que no puede ser comprobado de modo científico técnico. Quizás nos haga falta recuperar un estado mental, un estado de conciencia –movim en la misma lengua- para que se active y podamos armonizar con la naturaleza. Una especie de iluminados de la comunidad, que naveguen al sol hasta tocarlo como lo hacen en El Poste; de esta manera buscan la fuerza para entender y volver a la comunidad con sabiduría para ser usada en este mundo material y expandir nuestras realidades.
Pero poco a poco estas creencias y viajes se van perdiendo, las nuevas generaciones clavan sus ojos en la televisión, en la gran ciudad. Con simpleza y desfachatez, periodistas y antropólogos remarcan que estas culturas ancestrales están siendo aculturadas, y allí queda el asunto. En el fondo parecería mostrar una nueva conquista de Occidente. Sin embargo, los viejos de la comunidad desearían pelear contra las avasalladoras fuerzas externas que pulverizan su historia y creencias míticas y no encuentran la forma.
En esta pequeña historia cabe otra pequeña gran historia. Hace ya tiempo la fotógrafa documental Emilia Lloret decide hacer un reportaje de los tsachilas, al más puro estilo tradicional: registrar lo que no habrá más. Buen tema para una tesis de maestría en la Universidad de la Artes de Londres, piensa. Se conecta con el shamán del Poste, don José Aguavil quien con generosidad le integra a sus propias enseñanzas y le confía sus preocupaciones en torno a las nuevas generaciones. Lloret fotografía creando un mundo visual inédito. El proyecto tiene un giro de 180 grados. A ambos se les ocurre que este trabajo puede servir como una herramienta para que los jóvenes se reconecten con sus propias realidades, para que la memoria les sea devuelta. Y juegan, y van llenando sus pequeñas mochilas de historias pasadas, y reaccionan. Se necesita tiempo y trabajo sostenido.
Lloret, manda su proyecto y reconexión de la memoria a Londres a uno de los concursos más prestigiosos, el Deutsch Bank Photography Award y lo gana hace pocos días. Ahora podrá vivir en la comunidad del Poste 4 a 5 meses, podrá hacer un trabajo mancomunado que dé frutos. Una nueva generación se avecina, Emilia Lloret es parte de ella: “Protestamos o usamos lo que sabemos para impactar positivamente”, señala; esta es la posición de colectivos responsables que ya no creen en los grandes cambios sino en lo que efectivamente puedes hacer en el día a día, el aprendizaje va de ida y vuelta.