El debate de investidura en el Congreso de los Diputados en Madrid fue fallido una vez más.
Es un fracaso del presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, sin duda, pero sobre todas las cosas el bloqueo atenta contra la estabilidad, justo cuando el reto de la gobernabilidad no se alcanza.
En dos elecciones parlamentarias consecutivas – el sistema es de monarquía parlamentaria – los ciudadanos han dividido su voto mayoritario en cuatro fuerzas: el Partido Popular (PP), la derecha de Rajoy; el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), la centroizquierda de Pedro Sánchez; la centro derecha de Ciudadanos (Albert Rivera); y la izquierda radical de Podemos (Pablo Iglesias).
Ninguno ha logrado mayoría absoluta ni acuerdos para formar gobierno.
Rajoy se sometió a votación en dos ocasiones esta semana y apenas obtuvo 170 votos – de PP, Ciudadanos y Coalición Canaria- insuficientes para la investidura. El resultado fue una frustración y bloqueo.
Pedro Sánchez, que no ha tenido la entereza de aceptar que no ganó las elecciones, quiere, contra viento y marea, formar una coalición con las otras fuerzas que no ganaron pero que podrían sumar votos para una investidura del líder del PSOE.
Buscará los apoyos de Ciudadanos y Podemos.
Los líderes históricos de su partido no están de acuerdo con su hostil comportamiento. Ellos, adversarios del PP, creen que el PSOE y Sánchez deben aceptar los resultados de la voluntad popular y permitir al PP gobernar aun cuando sea sin su apoyo.
Eso expresó Felipe González y eso hizo esta semana José Luis Rodríguez Zapatero – ambos ex presidentes del Gobierno -. Zapatero apeló a la responsabilidad de Sánchez para evitar otras nuevas elecciones en diciembre, prolongar el problema y reconocer la voluntad de la gente en las urnas.
Pedro Sánchez se encierra en su postura dura, es crítico de la corrupción en el período del PP y anhela la presidencia del Gobierno. Todo está en veremos.