El presidente Moreno puso distancia con el gobierno que le antecedió, reconociendo que no había recibido una mesa servida sino un país con un déficit fiscal muy elevado y una deuda externa que, a más de superar el límite legal, constituye un contingente de mucho peso.
Las declaraciones del Presidente nos hicieron pensar que daría un giro a su gobierno. Los hechos demuestran lo contrario: la política económica no ha cambiado y se prosigue con la fórmula más déficit/más deuda/más déficit. Por ello no se entiende que continúen manejando el frente económico funcionarios que provienen del gobierno anterior y que son corresponsables de la política con la que el Presidente demuestra desacuerdo.
¿Cómo pretender que reversen los que la promovieron? Es cierto que el ambiente es más amable, que hemos dejado de padecer las sabatinas y que se siente un mayor respeto a la ciudadanía, pero en las políticas públicas no se han dado cambios.
El mejor ejemplo es Cancillería. No se entiende que el señor Patiño siga dirigiendo el Ministerio de Relaciones Exteriores, a pesar de que ha sido sustituido por una persona que desempeñó la misma función en el correísmo. No se entiende, por tanto, cómo la política internacional pueda modificar su rumbo. Ha llegado el tiempo de liberarnos de la jaula de la Alba y de dejar de fomentar relaciones con gobiernos autócratas y que en nada nos aportan, como Irán, Siria o Bielorrussia.
Y, sobre todo, que el Ecuador no haga el ridículo ante el mundo entero, como acaba de suceder con el episodio Assange.
La Ministra cargó la escopeta con un cartucho, pero dos tiros le salieron por la culata. Con perspicacia se le ocurrió que, dando la nacionalidad ecuatoriana al asilado y un cargo diplomático, el Reino Unido iba a caer en la trampa dejando que el señor Assange salga a la calle.
¡Ahora tenemos que un ecuatoriano está asilado en el Estado del cual es ciudadano! La sede de la embajada se ha convertido en hotel en el que vive un nacional.
Veamos cómo la señora Ministra sale del laberinto en el que nos ha metido y aspiramos que esta experiencia sirva para que el Presidente tome las riendas de la política internacional, superando los vínculos de amistad y confiando la Cancillería a un diplomático experimentado.
Se puede ser socialista del siglo XXI y a la par impulsar el desarrollo del país. Por eso sería conveniente que el Presidente se dé una vuelta por Bolivia. El señor Morales populista, ególatra y autócrata no se mete en la administración de la economía, la que ha dejado en manos de un técnico que ha logrado un crecimiento del 5% anual. Si dentro de la Alba tenemos que escoger, parece más acertado inclinarse por Bolivia que seguir los pasos de Venezuela.
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