El ciudadano común entiende menos las proyecciones de lo que cursa en la Asamblea Nacional respecto al proyecto de Ley para la Promoción del Trabajo Juvenil, Protección del Empleo y Seguro de Desempleo y otros, que impulsa Alianza País.
De los diversos asuntos hay unos cuantos que impresionan más: el que pretende rebajar el horario de trabajo y, en consecuencia, el salario del trabajador. Si el actual salario es escaso, ¿cómo se puede hablar de “protección” si se lo rebaja?
Se entiende que el objetivo es abrir puertas para que puedan tener su primer empleo los jóvenes entre 18 años en adelante. Pero en esta época que el gobierno llama de recesión y la oposición, de crisis, muchas empresas están reduciendo personal. ¿Quién va a acoger a jóvenes aún sin experiencia para la labor? ¿Habrá empleo para las mujeres en edad fértil? Al parecer, más bien desempleo.
Mucho más preocupante es el propósito de que la madre con su hijo recién nacido, pueda pedir permiso a la empresa por un año, después del periodo pagado que ahora tiene para atenderlo. Sea que quieran calcular el año descontando este periodo; o, peor, sin ese descuento, ¿con qué ingreso económico lo mantendrá? ¿Una madre soltera estará en capacidad de dar semejante paso, aunque deje a su niño en una guardería a la que hay que pagar una pensión? Y en cuanto a los hombres, con el permiso sin sueldo, ¿con qué dinero podrán subsistir con su familia? ¿Un seguro de desempleo hasta por seis meses, financiado con su propia cesantía?
Me atrevo a pensar que estos propósitos surgen de personas como los legisladores que tienen bienes económicos no solo suficientes, sino inclusive para costear la propaganda electoral en la época de las elecciones que les traen a la curul. Porque las elecciones cuestan mucho dinero y los candidatos deben aportar, a menos que alguien los financie a cambio de reciprocidad cuando hayan llegado al poder.
Además, el día de las elecciones el ciudadano común acude a la urna para sufragar y le entregan varias papeletas, con unas fotografías tan pequeñas que, tratando de localizar al candidato, demora un poco y sufre la presión de los demás de la hilera: apúrese señor o señora, aquí no se viene a dormir y una serie de groserías que le obliga a que apresuradamente haga la cruz donde le salga, o un rasgo que anula el voto. Así, ¿de qué elecciones conscientes y libres se puede hablar?
Muchas personas del poder que expiden leyes, probablemente no conocen las angustias de la gente pobre a la que pretenden servir, según la propaganda.
Si lo conocieran, habrían acogido la propuesta de Dra. Tibán de que incluyan en el nuevo régimen únicamente a quienes perciben más de mil dólares mensuales, porque aplicarlo a los de salario mínimo –que son la mayoría- constituye un duro golpe contra quienes dicen defender.