Para que la economía se reactive es indispensable que los precios y los salarios bajen considerablemente. Esta corrección de precios ya venía ocurriendo pues, desde junio de este año, la inflación anual empezó a registrar tasas bastante inferiores al 1% y, durante los últimos dos meses, ese indicador fue negativo.
Los precios cayeron a las patadas, de manera abrupta y dolorosa, cuando las empresas debieron reducir sus márgenes y su oferta; y las personas debieron quedarse sin su empleo. Esa reducción de precios permitió que el consumo no se hundiera por completo y el aumento del desempleo hizo que las personas estuvieran dispuestas a trabajar a cambio de remuneraciones más bajas y en condiciones inadecuadas. A su vez, esto impidió que la producción del sector empresarial
siguiera cayendo.
Así se equilibran las economías, cuando las autoridades no tienen la disposición de enfrentar problemas y resolverlos
ordenadamente.
El proceso de corrección de precios que he descrito podría detenerse con el nuevo paquete de medidas que el Gobierno ha dispuesto porque encarecerá insumos y restará liquidez a las empresas. Esto significa que la economía ya no podrá ajustarse por la vía de sus variables nominales –es decir por sus precios y salarios- sino por la de sus variables reales, sacrificando producción y empleo.
¿En qué momento se jodió el Ecuador? El sueño de abundancia y popularidad perpetuas del correísmo se vino abajo con el fin del segundo boom petrolero. El dinero fácil que alimentaba las arcas fiscales debió ser reemplazado con capitales sumamente caros que se obtuvieron de financistas chinos y operaciones de preventa petrolera.
Se hizo todo esto, con el único fin de seguir gastando; porque las autoridades fueron incapaces de imaginarse un cargo en donde no se pudiera derrochar y ofrecer toda clase de prebendas a quien fuera. Hicieron todo esto porque se rehusaron a abandonar el sueño populista de triunfar incesantemente
en las urnas.
Insistieron en el derroche a pesar de que durante los últimos años fue evidente que el gasto público sólo subía los precios y no la producción. Porque sólo durante los primeros años del correísmo el shock de demanda que pusieron en práctica sí cumplió sus fines: la oferta de bienes y servicios –sobre todo importados- aumentó, atraída por la abundancia de dinero y los precios altos que los consumidores estaban dispuestos a pagar. El empleo y los salarios también aumentaron, como consecuencia de lo anterior.
Pero esa política se agotó hace tiempo y, a pesar de todos sus malos resultados, las autoridades insisten en utilizar al gasto público como única herramienta de gestión económica y política.