El Gobierno pide a la prensa una sola cosa: ética. La prensa pide al Gobierno la mismísima cosa: ética.
El Gobierno reclama que, tras la que llama prensa corrupta está la oscura mano de la derecha. La prensa reclama que, tras algunas acciones del Gobierno, está la mano de funcionarios de la derecha corrupta. El Gobierno pide a la prensa no falsear ni manipular información. La prensa reclama a los medios públicos (del Gobierno) justamente lo mismo: no falsear ni manipular información.
El Gobierno reclama que la prensa le ataca siempre. La prensa reclama al Gobierno, que en cuatro años y medio ha sido blanco de todos sus ataques.
El Gobierno dice que la prensa no cuenta ninguna de las cosas buenas que ha hecho por el país. La prensa muestra que los medios públicos y sus periodistas se han convertido en notarios y publicistas, solamente hablan de las cosas buenas que ha hecho el Gobierno y que ignoran las cosas de todos los días: por ella no han pasado ni comecheques, ni gran hermano, ni la violencia, ni negociados, ni declaraciones vehementes, ni atropellos, ni escándalos.
El Gobierno dice que la prensa lo persigue y se ensaña con algunos funcionarios. La prensa da cuenta de la persecución y de las amenazas a los medios, sus dueños y algunos reporteros. El Gobierno dice que la prensa ha minimizado su triunfo en la consulta. La prensa dice que el Gobierno ha minimizado su derrota. El Gobierno desmiente a la prensa. La prensa desmiente al Gobierno. El Gobierno culpa a la prensa de todos los males. Y la prensa, culpa… al Gobierno.
Al Gobierno le toca gobernar (y dar cuentas a sus mandantes). Y la prensa tiene que informar (y también investigar y pedir cuentas a los gobernantes). Ahora los papeles se han invertido: el Gobierno informa (o, dicen los medios: manipula, informa lo que quiere o desinforma y, además, pide cuentas de lo que dicen o dejan de decir a los medios, periodistas, editorialistas y también a los ciudadanos) y la prensa, gobierna (o -según el Gobierno- dice lo que debe hacer o no el Gobierno, pide cuentas a los funcionarios, califica o descalifica a quienes están en la función pública).
Prensa y Gobierno con los mismos argumentos, en esta guerra inútil y cansina en donde se mira la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
En todo caso, el Gobierno es el que lleva la batuta en la agenda de medios (si el tema de la semana es la minería, todos hablan de la minería, si el tema son los desalojos, todos hablan de los desalojos, si el tema es taurino, los titulares hablan de toros). El Gobierno necesita estar todos los días en esa prensa a la que desprecia. Y los medios necesitan, para hacer noticia, registrar los exabruptos del gobernante. Como enemigos íntimos.