En estas horas, antes votar, cabe reflexionar profundamente. La votación de este domingo, se realiza en el marco excepcional de una crisis generalizada, que se expresa en un descalabro moral de dimensiones gigantescas de cinismo y corrupción, en un derrumbe económico controlado artificialmente, y en un eventual incendio social si cunde la impunidad frente a los rateros, y si no se canaliza la debacle económica. Solo un liderazgo con alta credibilidad y presencia ética, será capaz de generar confianza y convocar a todos a restituir la democracia y a salvar al país.
Para alimentar la reflexión sobre nuestro voto, cabe retomar la palabra de los Obispos planteada en la Carta Pastoral, “Convocados a caminar juntos”, del 6 de enero del 2017, publicada a propósito del proceso electoral que vivimos.
La Carta llama a los ecuatorianos a entender que “no existen políticas ni políticos perfectos, pero es necesario elegir a aquellos que más se acercan al ideal de sociedad que, desde nuestros principios y valores, tenemos y deseamos”. Sin embargo, reclama que los políticos opten, no por sus intereses particulares, sino por el bien común.
“Para que prevalezca el bien común las personas tienen que mantener relaciones de equidad y justicia. La independencia de la justicia respecto del poder político se convierte así en una condición sin la cual el pueblo nunca podrá crecer en libertad y en dignidad. En ese sentido, la separación de poderes es la garantía democrática de que, por encima de intereses de partidos o de grupos de poder, prevalecerá siempre la justicia y el bien de las personas”.
“Los ecuatorianos compartimos una misma historia y, juntos, tenemos que seguir construyéndola. Esto solo es posible desde una clara libertad de opinión y de expresión, desde la convergencia y unión de personas que son y piensan de forma diferente”. “Necesitamos políticos y servidores públicos que promuevan un auténtico diálogo social… y que, a pesar de las legítimas diferencias, nos ayuden a unirnos en un proyecto común de país y de desarrollo”
Continúa la Carta: “Es necesario estudiar los programas y las mejores respuestas a las necesidades reales del país, pero también los principios morales y los comportamientos democráticos y éticos de los candidatos, que eviten tendencias populistas y liderazgos personalistas. De hecho, en muchos países de nuestro ámbito latinoamericano, prima, sobre una auténtica participación ciudadana, el mesianismo de una clase dirigente que dicta lo que, según ella, conviene…”.
“La ética nos pide a todos, pero muy especialmente a los que rigen los destinos de los pueblos, una conducta moral intachable, especialmente en el ejercicio de la función pública”.
En fin la Carta llama a “elegir bien, es decir, de forma responsable y ética”. Me sumo a esta Carta… ¿Y usted?