Todos hacen ahora cálculos electorales, algunos muy sofisticados con pretensiones científicas y otros muy simples, puras corazonadas. Unos y otros provocan pesadillas. La victoria del continuismo es la pesadilla de la oposición y la victoria de la oposición la pesadilla del continuismo.
Que gane las elecciones el partido oficial debe ser la pesadilla de la oposición porque sería la prolongación del modelo que ha conducido a la crisis y significaría más desempleo, más impuestos, más publicidad, más endeudamiento, más ofertas al estilo Robin Hood, más Estado y menos economía privada.
Los partidos de oposición se culparían unos a otros por la desunión y la derrota.
La peor pesadilla para los partidos es el riesgo de desbandada, los cambios de camisetas y los pactos con el poder.
Si no se regeneraron durante la revolución, tampoco lo harán después de la derrota y seguirán siendo solo comités electorales.
Lo peor para la oposición sería el temor de que pronto regrese el comandante y la revolución pretenda otra década. La victoria de la oposición debe ser una pesadilla para la revolución. El comandante emigraría para protegerse de los enemigos que pretendan cobrarle cuentas y el partido se desvanecería en el aire.
Desde la derrota contemplarían el desmontaje de todo su discurso garantista y la caída de las instituciones y tribunales que tienen ahora como protección.
Ellos temblarían con el resurgimiento de los organismos de control, la facultad de fiscalización y el periodismo investigativo.
Muchos seguidores del actual Régimen negarían, igual que los electores, haber sido alguna vez simpatizantes de la revolución.
Los más prevenidos eludirían a sus cazadores y se refugiarían en países amigos y los más ingenuos terminarían en la cárcel.
Habría una cacería de brujas, hasta camisetazos y algunas traiciones.
En la Asamblea Nacional, arrinconados en la minoría, verían que su palabra no vale nada y que no hay protección para los perdedores.
La pesadilla de los electores es diferente: durante la campaña escucharán maravilla, pero el 2017 será el año de los ajustes, con la oposición o con el continuismo; sin mayorías absolutas en la Asamblea Nacional, volverán las pugnas declaradas o soterradas.
Otra posibilidad es que haya fuga de capitales de los nuevos ricos o de los viejos ricos y llegarán más chinos a cobrar sus inversiones copando la ejecución de obras, cobrando peajes y llenando oficinas.
Es una visión pesimista, sí; pero no para deprimir a nadie sino para advertir que los electores tenemos graves responsabilidades.Nodeberíamos permitir que los candidatos lancen ofertas fáciles ni mentiras piadosas.
La crisis exige de los electores el voto consciente y de los candidatos que afronten los problemas y propongan soluciones.