IPS
Todo hace pensar que la fuerte caída de los precios del petróleo, los más bajos en casi 13 años, repercutirá en los fondos destinados a la ayuda para el desarrollo y las emergencias humanitarias.
Los USD 30 que alcanzó el precio del barril en los últimos días, en comparación con los USD 110 del 2014, implica que “los ricos países petroleros ya no son tan ricos”, según el diario estadounidense The New York Times.
El mundo ya padecía la desaceleración de la economía de China y la apreciación del dólar de Estados Unidos, lo cual profundiza la ansiedad de los mercados internacionales.
Se prevé que la caída del precio del petróleo también socave los USD 7,2 billones en fondos soberanos que tienen los países productores de hidrocarburos, como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Qatar.
Ahora que Estados Unidos levantó las sanciones a Irán –el séptimo mayor productor de petróleo del mundo en el 2014– habrá un exceso aún mayor del producto en el mercado, lo que seguirá bajando los precios y tendrá consecuencias negativas para la economía global.
Las agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que dependen en gran medida de los aportes ‘voluntarios’ de los países industrializados, se alistan para lo peor.
Si bien el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, entiende las realidades económicas de los Estados miembros, “es de vital importancia que las naciones sigan dando generosamente a la ayuda al desarrollo y la ayuda humanitaria”.
Un informe de la ONU, que el Grupo de Alto Nivel sobre Financiación Humanitaria difundió en estos días, asegura que habrá un déficit de USD 15 000 millones en los fondos destinados a las emergencias humanitarias de este año. El documento advierte sobre la brecha cada vez mayor entre el número de personas que necesitan asistencia y los recursos necesarios para brindarles alivio.
En su informe, el grupo de alto nivel hace varias recomendaciones:
– La reclasificación de los criterios de aptitud de la Asociación Internacional de Fomento del Banco Mundial, con el fin de que los fondos les lleguen a las personas – y no solo a los países- que los necesitan, para ampliar las oportunidades de los países de medianos ingresos.
– Que un mayor porcentaje de la asistencia oficial al desarrollo se dirija a las situaciones de fragilidad y las emergencias prolongadas y se reduzca la fragilidad.
– Que se tripliquen los fondos de la Ventana de Respuesta a las Crisis de la AIF y se amplíe la capacidad de financiación para las emergencias de otras instituciones financieras de desarrollo.
– La inscripción voluntaria de los gobiernos a un mecanismo de “impuesto de solidaridad” para financiar la ayuda humanitaria.
-La canalización de la financiación social islámica para las causas humanitarias.