Una adecuada educación financiera tiene efectos positivos en las personas, en las empresas y en los países. Para ello, además de tener algunos conocimientos, es importante desarrollar hábitos y comportamientos, que pasan por la organización y planificación. En ese sentido, lo primordial es aplicar la regla de oro de las finanzas personales: gastar menos de lo que ingresa; si uno gasta más de lo que gana indudablemente tendrá que endeudarse.
Con la disciplina de gastar menos se puede fomentar el ahorro y así tener un colchón de reservas, que pueden ayudar a amortiguar situaciones complejas como enfermedades o siniestros. Algo elemental en el manejo de la economía doméstica y que obviamente se puede trasladar al ámbito estatal.
Sin embargo, Ecuador no es el mejor ejemplo de ser aplicado en educación financiera. El Gobierno anterior se excedió en el endeudamiento, no planificó adecuadamente su flujo de ingresos y gastos, usó todos los ahorros, no aplicó medidas de austeridad y ahí están las lamentables consecuencias, que provoca más de una preocupación.
Casi al cumplir un año en funciones, el Ejecutivo se alista a presentar recién un programa económico. Inevitablemente el primer paso debiera ser el sinceramiento de la situación financiera y a partir de ello definir las acciones que pondrá en marcha.
A partir de ese diagnóstico y como en cualquier saneamiento de las deudas personales es indispensable buscar acuerdos de pago más convenientes, en tasas y plazos. Eso es algo que debiera poner en marcha el Estado, sobre todo con aquellos compromisos asumidos con las preventas petroleras.
Diversos sectores económicos y empresariales han emitido sugerencias sobre los aspectos que debiera considerar el programa. Estas ideas abordan desde aspectos tributarios, hasta el manejo de los subsidios o la desinversión en las empresas públicas. Todas las miradas apuntan hacia el plan, que al menos debiera tener en cuenta lo más elemental: gastar menos de lo que ingresa.