Como no ser el doctor Velasco Ibarra, quien con su verbo arrastraba multitudes, pueblo y oligarcas unidos alrededor de una figura ascética, no se conoce en nuestro país de alguien que haya logrado el milagro de mezclar el agua con el aceite y tal prodigio le haya llevado a la Presidencia de la República. Cuatro de los cinco, gobiernos efímeros los del Dr. Velasco Ibarra. Todo era llegar al poder y de la caja de Pandora salían las ponzoñas y víboras que iban a lo suyo, la troncha que les correspondía, ante un pueblo absorto que permanecía mudo y a la espera de una nueva oportunidad. La democracia, un puro cuento.
Un laberinto, digamos, del que era difícil sino imposible salir. Ingobernable, nuestro país, para los sabios de la Grecia. Es verdad que con Plaza, Ponce y Borja se llegó a un grado de estabilidad que respondía a las virtudes cívicas de tales mandatarios, y a nada más. Tan es así que batimos todas las marcas iberoamericanas cuando les echamos del Palacio de Carondelet a Bucaram, a Mahuad y a Gutiérrez, representantes genuinos de los vericuetos del laberinto en el que se perdía el pensamiento político de la mayoría de los electores ecuatorianos. ¿Qué de extraordinario resulta que en estas circunstancias se haya despertado con fuerza el mesianismo andino, el que por siglos esperaba la venida del Inkarri, el Inca Rey? Si en verdad, lo del mesianismo andino es mucho más patente en las masas indígenas con su partido político Pachakutik (el nombre del Inca redivivo que volverá para salvarles), algo de aquel pensamiento redentor tuvo el triunfo de Rafael Correa ante su oponente Álvaro Noboa, representante de la oligarquía plutócrata que había gobernado el país desde siempre. Para los fines de este análisis, como que con Correa se había llegado al final del laberinto. Cinco años después, cuando Correa se juega su tercera elección, quienes se presentan como sus adversarios hasta el momento no dan pie con bola. Se les ve en el plan de ofrecerles a los electores nada más que el desconcierto en el que se hallan, ninguna salida como no ser aventurarnos en el eterno laberinto: “Lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas para confundir a quien se adentre en él”.
Se llega a tales extremos como que ‘el enviado de Dios’ se empeña en candidatizarse por tercera ocasión. Se insiste en lo poderosa que sería una alianza entre los ‘cholos’ de Gutiérrez con los pelucones de Nebot. En foros democráticos, ante la orfandad de consensos se descubre que nos falta madurez. Borja y Moncayo, a la espera de que de la noche a la mañana lleguemos a tal madurez. La izquierda en oposición al izquierdista Rafael Correa; la derecha también de enemiga de quien se le tacha de haberse derechizado. En tanto el Gobierno tiene las ideas claras, sus adversarios en el limbo, en el laberinto.