Bajo el liderazgo del presidente Donald Trump, Estados Unidos tomó otro paso importante hacia el establecimiento de un Estado forajido el 1 de junio, fecha en la que el país se retiró del acuerdo climático de París. Durante años, Trump ha contemplado una extraña teoría conspirativa según la cual, en palabras de Trump expresadas en el año 2012: “el concepto del calentamiento global fue inventado por y para los chinos para lograr que la industria norteamericana dejara de ser competitiva”. Sin embargo, esa no fue la razón por la que Trump promovió la retirada de Estados Unidos del acuerdo de París. En vez de aquello, él alegó que el acuerdo era malo para Estados Unidos e implícitamente injusto para dicho país.
Aunque la justicia, como la belleza, está en el ojo del espectador, la afirmación de Trump es difícil de justificar. Por el contrario, el acuerdo de París es muy bueno para Estados Unidos, y ese país continúa imponiendo una carga injusta a los demás países.
Históricamente, Estados Unidos ha contribuido desproporcionadamente a la creciente concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, y entre los países grandes sigue siendo, de lejos, el mayor emisor per cápita de dióxido de carbono – contribuyendo en más de dos veces la tasa de China y casi 2,5 veces más que Europa en el año 2013 (el último año en el que el Banco Mundial presentó información completa). Con sus altos ingresos, Estados Unidos está en una mejor situación para adaptarse a los retos que plantea el cambio climático en comparación con países pobres como India y China, sin llegar ni siquiera a mencionar a algún país de bajos ingresos en África.
De hecho, el principal defecto en el razonamiento de Trump es la creencia de que luchar contra el cambio climático fortalecería, en lugar de debilitar, a Estados Unidos. Trump está mirando hacia el pasado – un pasado que, irónicamente, no fue tan bueno. Su promesa de restaurar puestos de trabajo en las minas de carbón (que en la actualidad alcanzan la cifra de 51.000, menos del 0.04% del empleo no agrícola del país) pasa por alto las condiciones duras y los riesgos endémicos para la salud en dicha industria, sin mencionar los avances tecnológicos que seguirían reduciendo el empleo en el sector, incluso si se revitaliza la producción de carbón.
En verdad, se están creando más puestos de trabajo en la instalación de paneles solares en comparación con los que se pierden en la industria del carbón. En términos más generales, el paso a una economía verde aumentaría los ingresos estadounidenses hoy y el crecimiento económico en el futuro. En este tema, como en tantas otras cosas, Trump se encuentra irremediablemente sumido en el pasado.
Apenas unas pocas semanas antes de la decisión de Trump de retirarse del acuerdo de París, la Comisión de Alto Nivel sobre los Precios del Carbono, presidida por Nicholas Stern, destacó el potencial de una transición verde.