Cuanto me alegré leer la noticia de la “inscripción” de Don Burro para la Asamblea. El entusiasmo creció al saber que los auspiciantes de la candidatura eran jóvenes. Subió al constatar en el Twitter que las adhesiones en pocas horas subían por miles. Y que cada una de estas expresiones se la hacía en un tono educado, frontal y burlesco respecto del poder.
Me alegré al constatar que no estamos muertos, que todavía dentro del pueblo hay gente inconforme, que no se come el cuento, que es inmune al sistemático lavado cerebral y sobre todo que no tiene temor a expresarse. Que hay un conglomerado harto de la “doble moral” y del cinismo de quienes dicen que nos representan y nos quieren representar. Que tras su crítica a la “farándula politiquera” hay algo más… mucho más que el rechazo a la política oportunista y manipuladora de los bonos, reinas y futbolistas. Ese algo más pudiera revelar su cansancio del Gobierno, pero también de la “oposición” incompetente y que le hace el juego al poder.
Don Burro es un primer y pequeño síntoma de algo más grande que está germinando en el útero social y que no sabemos sus proporciones. Podría ser un nuevo hijo de esa necesidad de cambio y esperanza que ya dio a luz a la denominada revolución ciudadana, esa hija que se perdió en los bosques de la abundancia petrolera y del poder desmesurado.
Esta fuerza que se está acumulando no tiene todavía un canal potente por donde fluir. Por ahora no hay un partido o movimiento que sintonice con ella. Don Burro ha permitido que se exprese en estos días. Pero es probable que no avance mucho y que vuelva a refugiarse para aparecer algún día. Si no encuentra un vehículo, algún momento seremos arrastrados por una erupción de magnitud.
Don Burro no es solo síntoma de cansancio, sino de bronca contra todo el sistema político. Siento que ese “que se vayan todos” de anteriores luchas, está en su memoria y en sus genes. También el uso del humor, de la ironía y de la burla que tanto molesta e inmoviliza al poder.
La irreverencia, en estos momentos de autocensura, hace de Don Burro un símbolo de rebeldía. El que un grupo de personas deje la indiferencia y el miedo, y decida tomarse por un momento el espacio público para decir su verdad tiene un efecto multiplicador de conciencias y de libertad.
Don Burro es interesante, porque sale de una iniciativa de la juventud, de la que tanto nos quejamos por su inmovilidad. Frente a una campaña plana, sin ideas, ni novedad, la presencia de Don Burro algo agita un ambiente en el que todo parece que está decido.
El espacio político está sin oxígeno por la sobrepresencia del candidato-presidente y de su amplia corte de aplaudidores. Don Burro refresca el ambiente.
Si mañana desaparece Don Burro, no importa. Sabemos que algo grande está pasando abajo… A prepararse.