La historia vuelve a brindar una lección acerca de cómo en determinados momentos, por la influencia de las circunstancias y a pretexto de un fin “superior”, los seres humanos son capaces de negar sus creencias y principios y adherir a cualquier disparate si con ello garantizan, o por lo menos prolongan, el control sobre otros ciudadanos. Las izquierdas han sido las que más han tropezado con esa piedra. En décadas anteriores su lucha supuestamente era por la libertad de sus pueblos. Luego hablaron de democracia. Una vez que los distintos dictadorzuelos de todo el orbe iban cayendo unos tras otros, se refugiaron en la aparente defensa de los derechos humanos. Pero en todo ese trayecto fueron condescendientes con los sátrapas que, aún cuando sometían a sus pueblos a similares o peores penurias que los que les antecedieron en el poder, esgrimían discursos anti-Occidente, para decirlo apropiadamente, típicamente tercermundistas. Y olvidaron sus postulados iniciales para, en pleno siglo 21, apoyar a regímenes que han demostrado absoluto desprecio por los derechos de las personas, como puede comprobarse con los mensajes remitidos por gobiernos supuestamente progresistas en apoyo del caído régimen libio, a la dictadura siria, apuntalando el esquema totalitario en Cuba y aplaudiendo al actual Irán con prácticas de hace seis centurias.
Se han convertido en defensores de dinastías enteras mantenidas en el poder sojuzgando a sus pueblos. Con el ascenso de Kim Jung-un a la muerte de su padre Kim Jong-il, quien gobernaba el país desde 1994 a la desaparición de Kim Il-sung, primer presidente y fundador del régimen comunista, tras la guerra de Corea que él mismo desencadenó en 1950, tres generaciones se habrán sucedido en el poder. Más de seis décadas de control total, con crisis humanitarias como la hambruna que azotó a su pueblo, pero con un gasto militar descomunal, no reciben las críticas que en el hemisferio occidental recibiría un gobierno salido de las urnas por cualquier falta leve.
¿Qué pasa con los pensadores de la tendencia de izquierda? ¿Por qué callan ante estas atrocidades? Aparentemente quienes se declaran de izquierda no están convencidos a plenitud que la democracia es el mejor régimen. La proclaman, la invocan, la usan pero en el fondo parece que se resisten a abandonar los viejos postulados marxistas que veían, en su derrota, el máximo triunfo de las supuestas tesis de vanguardia.
200 años no han servido de nada. El desarrollo de la Ciencia Política, los nuevos enfoques que emergieron luego de conflagraciones que dejaron millones de muertos, al tomar posición frente a estas nuevas afrentas son dejados de lado. El sectarismo y el dogma siguen campantes y anidan en los que se reclaman como “revolucionarios”, aunque con ello se configuren como auténticos retrógradas de los tiempos actuales.