Se ha perfeccionado una pedagogía equivocada de vivir de la confrontación. Se respira un ambiente de desgaste y hasta hastío mental en medio de la provocación y amenazas a quienes se ‘atreven’ a disentir y engrosan a la lista de opositores, sin distinciones. ¿Será eso un postulado del buen vivir y del humanismo cristiano? Hay incluso sectores identificados con el régimen que no comparten políticas como la judicialización de la protesta, la detención de ambientalistas y la total sumisión de la Legislatura y la administración judicial, pero no se atreven a decirlo públicamente.
Hoy se usan las redes sociales -importante herramienta de comunicación de la modernidad- para insultar y calumniar parapetados en nombres ficticios, creados maliciosamente para tratar de deslegitimar los mensajes críticos. Mientras unos dan la cara y se identifican, otros se escudan en el anonimato porque no tienen argumentos sino que exhiben odio para lanzar improperios. Se insiste en imponer el pensamiento único y definir la disyuntiva: o están con la actual administración o se encasillan en la oposición, sin razonamiento, equilibrio ni término medio.
Si hay una marcha a Quito, ¿por qué provocar el mismo día? Los unos y los otros tienen derechos constitucionales pero cuidado haya enfrentamientos lamentables ni daños a los bienes públicos y privados. La fuerza quiere terminar la razón, el debate de ideas, el respeto a la opinión ajena, con armas que no usan los que critican; con distorsiones de los principios democráticos y de las libertades individuales, no de los periodistas sino de los ciudadanos que necesitan informarse debidamente y formarse un criterio libre, sin tutela de nadie.
Se reivindica una Constitución de derechos y se usa a policías y militares para tratar de obstaculizar con cualquier pretexto la libre movilidad, la libre asociación, la libre expresión y opinión y el derecho a la resistencia. Así que fueran con la gran delincuencia organizada y el narcotráfico que han logrado perforar las instituciones y no se sabe cómo salir de ese mal. El caso del envío de droga en valija diplomática, que buscan chivos expiatorios y otros culpables y no asumen su responsabilidad. Se admite en el discurso pero no en la práctica que los funcionarios están expuestos a las críticas y al escrutinio público y se reacciona abruptamente ante cualquier señalamiento.
Se ha logrado sembrar que la mejor defensa es el ataque, sin analizar el contenido de la crítica. Incluso, cuando se equivoca como toda tarea humana, una de las fortalezas de una democracia, es la tolerancia mutua, no la pelea y el desafío callejero, en medio del aplauso de quienes no abren los ojos para ver la realidad completa y cuando persiste el SOS de ayuda de miles de ecuatorianos que sufren por el fuerte invierno en el litoral.