La inexplicable demora del oficialismo en reconocer que los resultados del pasado domingo conducirían a una inevitable segunda vuelta electoral, y la consecuente reacción de la opinión pública y los candidatos contendientes ante la inexplicable dilación de la CNE en comunicar los resultados, conspiran contra el ya de por sí titánico desafío que enfrenta Lenin Moreno de cara a los próximos 30 días.
La magra performance de Paco Moncayo, por su filiación política otrora aliado de AP, y su explícita declaración de prescindencia en relación a la segunda vuelta; así como los recurrentes y virulentos ataques que Correa profirió en los últimos 20 días de campaña tanto a Dalo Bucaram como a Iván Espinel, son en este sentido los principales obstáculos para el éxito de cualquier estrategia del candidato oficialista destinada a “seducir” a ese casi 16% de votantes que cosecharon esos tres aspirantes al Palacio de Carondelet.
Por lo pronto, el efecto deslegitimador del ejemplar proceso electoral que vivió Ecuador el pasado domingo, no sólo perjudica las chances del candidato de Alianza País, sino que coadyuvó a conseguir una unidad de las principales expresiones políticas de la oposición que hasta hace muy poco parecía difícil.
En este sentido, el rápido apoyo anunciado por Cynthia Viteri, del Partido Socialcristiano, a la candidatura de Lasso para la segunda vuelta, resulta sin dudas un fuerte espaldarazo para las chances del candidato de Creo.
Frente a este escenario, varias preguntas se imponen ¿dónde buscará Lenin Moreno los votos necesarios para imponerse en una segunda vuelta?, ¿está a tiempo de diferenciarse del gobierno de Correa en aquellos aspectos fundamentales para seducir a los votantes que perdió AP en los últimos años? Porque, aunque a esta altura resulte casi una obviedad, insistir durante esta nueva campaña que se inicia en la profundización del modelo y los logros de la “década ganada” no implicaría más que un suicidio político. Y, por último, ¿logrará Guillermo Lasso galvanizar a la mayoría del espectro opositor en torno a su apelación al “cambio”?
Asumiendo que no hay reglas preestablecidas para estos escenarios, los candidatos y sus equipos a deberán apelar a toda su creatividad para buscar persuadir a un nuevo electorado al que no le habían hablado hasta el pasado domingo y que deberán necesariamente interpelar en estos próximos días, al mismo tiempo que fidelizar los “votos duros” conseguidos en la primera vuelta.
Las respuestas a estos interrogantes comenzarán a develarse en esta nueva campaña, que no sólo demandará estrategias renovadas, sino que, sin lugar a dudas, será muy distinta a la anterior.
Gonzalo Arias
Titular de la cátedra: La comunicación como herramienta política. Universidad de Buenos Aires, Argentina