En desarrollo de la Cumbre de Unasur las ideas que allí germinen lo harán en un monumento colosal al derroche, justo en tiempos de vacas flacas.
Ni por un minuto es el objeto de esta nota cuestionar la propuesta arquitectónica y creativa, que, por lo demás, parece sugerente y llama poderosamente la atención. Tal vez sí, y de modo enfático, su millonario costo (nada menos que USD 43,5 millones) financiados por nuestro Gobierno, que parece imitar la fastuosa parafernalia del Primer Mundo, cuando era tal, o los opulentos edificios de algunos emiratos bañados en petrodólares, antes del tiempo del esquisto.
Lo curioso es que la sede de dos hectáreas de construcción se alza, imponente, junto a otras edificaciones cuya modestia arquitectónica deja que desear. Allí están los amplios salones, el helipuerto (¿para que llegue quién, y cada qué tiempo?). Junto al monumento a la Mitad del Mundo y la ciudad que simula un poblado serrano, resaltará en un contraste casi ridículo.
Preocupa también que a la edificación, que será empleada en un puñado de citas presidenciales y algunos otros foros, se la haya bautizado con el nombre de un expresidente recientemente desaparecido: Néstor Kirchner. Primero cabe decir que con ese nombre el aparato populista que gobernará la Argentina por poco tiempo más, ha inundado calles, avenidas, monumentos, escuelas y cuanto rincón consideró que debía ser bautizado así, en una muestra que podría rayar en la cursilería si no fuese todo un ejercicio del más arrogante e hiperrealista culto a la personalidad.
Además, Kirchner, adorado por millones de sus partidarios del Frente para la Victoria, el partido, heredero del peronismo que él construyó con su esposa Cristina Fernández, tiene ahora millones de detractores. Tanto que es probable que el delfín por la señora no gane las elecciones en 2015.
Para acertar en el nombre de una sede y, si se evoca a un personaje, es bueno que el tiempo pase y se tome distancia de posturas políticas que siempre despiertan fuerte pasión y mucha controversia.
Así y todo, lo más llamativo del gran edificio y el nombre que lo marca (o, para algunos, lo estigmatizará) es que es la sede de una institución que todavía no ha probado su efectividad ni su real razón de ser.
La compleja diversidad de las corrientes ideológicas que pintan el mapa continental y que lo enriquecen, no siempre posibilita que las ideas que se debaten y se agitan en ese foro deriven en acciones concretas en beneficio de la colectividad continental.
La defensa de la democracia, el principio de alternabilidad, la lucha contra el analfabetismo y la mejora de la educación, la cruzada por sacar a millones de habitantes de nuestro continente de la pobreza, el crecimiento económico, material y espiritual, el respeto a los derechos humanos y el cultivo de los valores de la libertad y la búsqueda de una voz firme, aunque diversa, para pulsar el progreso debiera ser reto auténtico de Unasur sin pretensión de convertirse en ombligo del mundo y, justo, en su mitad…