Lo que suceda en 2013 depende del resultado de las elecciones. Enfoquémonos en el escenario de mayor probabilidad, que Rafael Correa sea reelecto en primera vuelta.
Sería como si estuviese iniciando un nuevo período presidencial de 5½ años. Sería la ocasión de cambiar rumbo, de poner metas no contrapuestas a las de los primeros seis años, pero si distintas puesto que el Ecuador en los albores de 2013 no es el mismo que el de inicios de 2007.
Pero de ahí en adelante viene la incertidumbre.
Que va a radicalizarse, indica el Presidente. Si son indicios de esa radicalización la reciente ley de impuestos punitivos a la banca y la ley denominada de derechos laborales, que dispone que cabe no respetar los derechos jurídicos de las empresas argumentando abuso de poder, el entorno se va a deteriorar para los inversionistas.
Significaría, por ejemplo, que la Superintendencia de Competencia, en lugar de asegurarse que las empresas que utilizan prácticas atentatorias a la competencia, las abandonen, que persiga a las empresas por el mero hecho de tener una posición dominante en el mercado.
El resultado de una radicalización de esa índole sería que caiga aún más la inversión privada, motivando un estancamiento de la economía, que ya se está desacelerando.
Pero no tiene que ser así.
El Presidente puede considerar que la tarea de formalizar las prácticas de empleo y pagos de impuestos del sector empresarial se han logrado. Que se ha creado una consciencia ambiental. Que en estos ámbitos, lo que cabe es seguir haciendo que los patronos que aún no afilian sus trabajadores al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, IESS o firman contratos de trabajo, lo hagan. Que las empresas que evaden, tributen, que cambien sus prácticas empresariales para eliminar lo que pueda tildarse como contrario a la sana competencia; que vayan incorporando prácticas productivas de menor huella ambiental.
Desde los inicios de su gobierno Rafael Correa contó con un precio del petróleo constantemente al alza, excepto por unos pocos meses a fines de 2008 y principios de 2009. Pero es poco probable que esa alza continúe, más bien, lo probable es que se mantenga a los actuales altos niveles. Lo que le impide seguir aumentando el gasto público.
Las grandes inversiones que inició el Gobierno, como las hidroeléctricas, o las aperturas minera y petrolera, no comenzarán a rendir fruto sino a fines del nuevo quinquenio.
Hay la amenaza del estancamiento económico, lo cual pone en peligro la estabilidad de los hogares, la apertura de nuevas plazas de trabajo y con ello los avances logrados en la reducción de la pobreza.
Lo que se requiere un entorno que reduzca la incertidumbre para la inversión privada. Más Lula y menos Chávez.
¿Estará dispuesto el Presidente a imprimir ese giro en su gestión? ¿Qué nos depara 2013?