Aparentemente sería menos difícil para Moreno superar el 50% de los votos subiendo desde 39% que para Lasso subiendo desde 28%.
Pero el contexto político favorece al voto emocional e intuitivo que puede configurar una tendencia aluvional de los electores que, fatigados con el gobierno de Correa y por efecto de los escándalos de la corrupción, voten en contra de Alianza País más que por Lasso.
Algo parecido a lo que ocurrió en Perú cuando fue electo el presidente Kuczynski.
Aunque se prevé una campaña descalificadora de parte y parte, debería haber tiempo y espacio para actuar con racionalidad política para saber: ¿cómo van a cumplir con las ofertas que hicieron durante la campaña de la primera vuelta?
Por un lado, por ejemplo, Lasso debe explicar en qué consiste el plan de crear un millón de empleos nuevos en los próximos cuatro años, teniendo en cuenta la situación recesiva de la economía ecuatoriana. Y por otro, Moreno debe decir cómo va a construir cientos de miles de casas para regalar o vender con créditos muy subsidiados si no hay dinero ni para los gastos corrientes de la administración del Estado.
Probablemente la campaña va a ser de acusaciones mutuas y exageraciones demagógicas, pero el Ecuador tiene derecho a saber cuál será el manejo económico que promete hacer uno y otro candidato. Moreno deberá decirnos si va a seguir endeudando al país hasta límites impagables o va a aplicar un programa que tienda al equilibrio fiscal con criterio social.
Y Lasso deberá decirnos si la política fiscal preverá ajustes y medidas radicales para cambiar el modelo económico vigente y cómo va a proteger a la población vulnerable.
Si gana Lasso deberá gobernar con una Asamblea en contra y no podrá modificar ciertos impuestos y leyes que han sido promesas de campaña, por lo que su gobernanza se afectará si no logra consensos mínimos para los asuntos importantes que se deben resolver.
Si gana Moreno no contaría con mayoría calificada que se necesita para legislar sobre temas de elevado interés y jerarquía jurídica, por lo que se impone también el diálogo y la concertación en aras de la gobernabilidad indispensable.
La configuración de la legislatura demuestra que los movimientos políticos pequeños – ad hoc para las elecciones-, no pueden lograr aisladamente escaños y siempre deberán conformarse con ser minorías estériles.
La experiencia exige volver a crear partidos políticos caudalosos, que estén vivos todo el tiempo y no solo cuando hay elecciones.
Pero lo fundamental es el futuro del Ecuador, es recuperar un ambiente de libertad y de pleno ejercicio de los derechos humanos, para progresar en forma consistente. Entonces la campaña de la segunda vuelta debe procurar ser de propuestas serias y cumplibles, en un marco de serenidad y prudencia para no crear turbulencias incontrolables que impidan progresar en paz y con racionalidad.