El fin de semana pasado, motivado por un gran encuentro de mi familia política, estuve en la ciudad de Cuenca y tuve la oportunidad de recorrerla como no lo hacía desde hace cinco años. Confirmé mi impresión de que esta ciudad ecuatoriana tiene un desarrollo urbano, social y económico tal, que bien pudiera estar en un país del primer mundo. No se ven cinturones de miseria, en más del 90 % de la urbe hay agua potable, alcantarillado y electricidad. En su Centro Histórico, magníficamente preservado, por lo que ha merecido ser considerado Patrimonio de la Humanidad, se han colocado las redes eléctricas bajo las veredas, como en ciudades europeas.
En el censo de una década atrás se contabilizaron más de 300 mil habitantes, pero si consideramos cantones aledaños y el entorno urbano rural que los une, el núcleo urbano fácilmente alcanza hoy los 550 mil pobladores. El área que ocupa la ciudad ha crecido muchísimo, por la preferencia de los ecuatorianos de habitar en villas, de manera que hay relativamente pocos edificios de apartamentos. Esta forma de desarrollo y el crédito expandido con la dolarización, ha hecho que se multiplique el parque automotor y se complique el tránsito vehicular.
El buen clima y la bella geografía del Azuay junto al elevado nivel cultural de sus ciudadanos y la hermosa arquitectura de su capital, han hecho que -sin mucha promoción- Cuenca se convierta en un atractivo internacional. Conozco que muchos extranjeros acomodados están escogiéndola como lugar de retiro tras la jubilación.
Conversando sobre la visible prosperidad del Austro, alguien decía no comprender por qué hay tanta emigración en la zona, supuestamente para huir de la pobreza. Mi explicación es que los emigrantes, que van especialmente a Nueva York, lo hacen en busca de riqueza, que la encuentran fácilmente por la fama de buenos trabajadores ganada por cañarenses y azuayos en la ‘Gran Manzana’ y otras ciudades del mundo. Los emigrantes envían recursos y la agricultura e industria de construcción buscan trabajadores en inmigrantes peruanos.
En buena hora que Cuenca se haya transformando, sin influencia petrolera, en un gran centro cultural, educativo, industrial y turístico, es un ejemplo para otras áreas urbanas: buenos gobiernos locales y disciplina ciudadana son las vías de progreso.
Se deben construir pasos a desnivel en la periferia para evitar atascamientos de tránsito en ciertos círculos viales, faltan señalizaciones de calles y direcciones, no hay planos adecuados para visitantes. Es necesaria una Policía local que conozca la ciudad, dos agentes a quienes pedí indicaciones me dijeron que no sabían, pues no eran de la región.