Édgar Morin es uno de los pensadores más agudos de la contemporaneidad. Filósofo, sociólogo y antropólogo. Nació en París en 1921. Participó en la resistencia contra la invasión nazi. Militante de izquierda. Sus contribuciones están ligadas a la teoría de sistemas, el entendimiento transdisciplinario y enciclopedante, la relación del caos y el orden, la multidimensionalidad de la naturaleza humana y el pensamiento complejo, todas de enorme impacto en las ciencias, la cultura, la educación y la sociedad.
Por obvias razones Morin es un crítico feroz del Estado centralista y de la burocracia, de la jerarquía y de la obediencia pasiva. En ellas –según él– se alojan la holgazanería, la irresponsabilidad, la falta de solidaridad y la corrupción.
Morin, en su ponencia “¿Podemos reformar la administración pública?” manifiesta: “…la administración estatal obedece a unos principios generales de organización…: (centralización; jerarquía; especialización de las competencias). A partir de esos principios se desarrollan formas degeneradas o esclerotizadas de administración que pueden calificarse de burocráticas, ya que la burocracia, en el sentido que le damos, es una patología administrativa donde el exceso de centralización le quita cualquier iniciativa a los órganos ejecutores, donde la jerarquía contribuye a la obediencia pasiva y a la ausencia de sentido de responsabilidad de los que no pueden sino obedecer…”.
“La degeneración burocrática se traduce por una rígida dicotomía dirigente-ejecutor y por la extrema compartimentación de los agentes. Son condiciones que inhiben la responsabilidad personal y la solidaridad de cada uno hacia el conjunto.
“… En esas condiciones, la irresponsabilidad y la ausencia de solidaridad favorecen la holgazanería y, sobre todo, la corrupción de los funcionarios, tanto más dado que en nuestras sociedades la degradación de las solidaridades tradicionales, el afán de lucro y la obsesión por el beneficio favorecen la instauración de la corrupción en el corazón mismo de los Estados”.
Luego de conocer la trayectoria y el pensamiento de Édgar Morin no cabe sino suscribir y admirar la pertinencia de sus ideas al contrastarlas con los vicios y degradación del modelo hipercentralista de Estado del Ecuador de hoy.
Sin embargo, no se entienden las acciones del personaje. Desconcierta cómo un pensador de tal nivel aparece en un “publirreportaje” del Gobierno actual difundido semanas atrás.
Algunas dudas: ¿Morin autorizó que sus declaraciones sean parte de una pieza de propaganda política? ¿Cuándo y en qué contexto las hizo? ¿Conoce a profundidad lo que sucede en el Ecuador? ¿Estamos frente al despiste de un pensador universal o frente a una audacia extrema de una maquinaria propagandística? No dudo de las ideas, trayectoria y calidad moral del pensador.