La viveza de Maese Pedro, el viejo Ginesillo de Parapilla, con su mono adivino, colma de verdad y encanto páginas señeras de la segunda parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha –verdad y encanto desolados-, porque la literatura dice lo que las voces cotidianas callan.
Hasta en el libro cuyos protagonistas son ejemplo de honestidad anhelada y vivida; hasta en el más poderoso dechado humano de voluntad de probidad y mesura, abundan las menciones a la corrupción posible en quienes mandan, a la devoción de gobernadores y poderosos por su majestad, la plata; a cómo cuando dejan el poder salen con los bolsillos llenos, a modo de consuelo y compensación por lo ‘perdido’.
Importa y duele que consten en los periódicos de España, cotidianos descubrimientos de venalidades, gastos, cohechos, sobornos, y en los de casi todos los países de nuestra América, y duele que no lo esté en las nuestras… Importa, y mucho, porque el ruido del silencio descubre lo que ignora o se trata de ignorar. ¡Las maritornes voces del silencio!
Se acusa a nuestros países de abundar en conductas ilegítimas que no se consideran tales, es decir, de negar, de negarse a ver. De cómo en América han perdido sentido delictivo actos que habrían avergonzado a nuestros abuelos. A las élites políticas y económicas les conviene ignorar y procurar que ignoremos.
La historia de las ‘rendiciones de cuentas’ es eso: una historia, “narración inventada”, “mentira o pretexto” como define el DILE en la séptima y octava acepciones del término: un no decir nada, en el abundamiento de excelsitudes y grandezas, de consecuciones y logros cuyo efecto no llega a la subocupada masa de pobres y semipobres que apenas pena por sobrevivir.
¡América, América!, Alí Babá, Alí Babá: cantidades que, en cuentas de funcionarios en paraísos fiscales, emulan toda abundancia… Una poderosa mamá bienintencionada tarda en reaccionar ante la revelación de las trampas del hijo del alma, que ahora son las de su nuera, -algo va de hijo a nuera, por supuesto-.
Otra celebérrima mamá niega y niega, prepara y prepara al hijo dilecto, para quién sabe qué… Testaferros y lagartos, suplantadores y suplantados, lavadores y ladinos: ilegalidades por todas partes, mientras los que deben ver rechazan ver, niegan acusaciones o impiden, en el silencio, cualquier ilusión de conocimiento. ¡Pobre rica y querida Venezuela, a la que llega desde lejos la revelación de lo que, de cerca, se prohíbe atisbar!
Llegaron pobres al poder, se mantuvieron ricos en él; salen, que salir es impepinable, tarde y riquísimos. ¿Quién te vio y quién te ve? Quizás alguien, para envidiar. El pueblo sufre.
De México a la Patagonia, y en Brasil, petrobrases y compañía; y nosotros, un oasis de silencio. Nuestra América: institucionalidad de la corrupción bien provista, bien tejida, bien guardada, institución sobre las instituciones.
Institucionalización de lo impune. ¿Institucionalización del silencio? ¿Cómo, sin la perpetuación en el poder?