Hoy se habrá vencido el plazo de trámite de la reforma tributaria y entrará en vigencia por el Ministerio de la Ley, como hace semanas ya nos lo anunciaron. Hay mucha tela que cortar respecto de las limitaciones de la gestión política de la oposición y de su responsabilidad en el desenlace de este proceso; sin embargo, el hecho en sí mismo, el que entren en vigencia nuevos tributos sin que la Asamblea haya podido resolverlos, es insólito. Leguleyadas más o menos, otra vez, el Ejecutivo ha hecho caso omiso del órgano legislativo para imponer su voluntad.
Ahora, que yo me cuestione sobre si Rafael Correa es un antipolítico, les parecerá sorpresivo, después de todo, si algo ha demostrado, es el de ser un animal político con total dominio escénico. Pero veamos a qué me refiero.
La política es una actividad que se da a partir de la interacción entre seres humanos y ocurre “en el entre” como lo afirmaba Hannah Arendt. Así, la política, tiene que partir sin remedio del reconocimiento del otro, pues sin eso es imposible que se realice un diálogo, elemento sustantivo, según la definición aristotélica.
Tampoco se puede pensar en un régimen de auténtica convivencia entre iguales en el que no exista libertad, y es por eso que Arendt, afirmaba que “política y libertad van unidas y que la tiranía es la peor de todas las formas de Estado, la más propiamente antipolítica” en cuanto que negación de la interacción básica y de la base “del entre” que presupone la existencia de disímiles que respetan sus diferencias para generar un bienestar colectivo.
Este reciente botón de muestra -el paso forzado de impuestos- acompañados de las burlas y amenazas gubernamentales despliega una vez más el carácter unilateral e impositivo del Gobierno que desprecia el accionar del otro -el órgano legislativo- saltándose a uno de los entes primordiales de la democracia representativa, para imponer más tributos a la población.
Parecería que el Gobierno y Correa a su cabeza, no admitieron jamás en su mente otra cosa que el cumplimiento fiel y matemático de su plan. Así, en el monólogo que constituye su gestión, la Asamblea, como contraparte deliberante -el otro a reconocer- fue negada tan pronto obstruyó ese plan.
Pero éste no es un hecho aislado, ni excepcional. El menosprecio o la afrenta directa a la tarea legislativa es un elemento intrínseco del tipo de régimen que vivimos. El Presidente ha defendido a ultranza su capacidad de gobernar como él desea, basado en la legitimidad de los votos, y en el número de elecciones ganadas. Cualquier desvío de su plan ha sido visto como traición o conspiración.
Esto es lo verdaderamente antipolítico de Correa: su minuciosa y deliberada negación de su contraparte en el juego del poder.