No basta vivir junto a los demás, sino vivir con los demás, convivir, sin que el otro sea enemigo sino miembro de una comunidad en la cual podemos confiar e inclusive juntos mejorar nuestras vidas, empezando por vivir en paz.
Hay sociedades con más convivencia que otras y hay momentos en que decae. La convivencia va con la búsqueda de cierto orden social que permite colaboración entre unos y otros para garantizar la vida y la seguridad, sin paz no hay vida.
Se logra cierto orden social de diversos modos. Hay pueblos con autoridades muy jerárquicas, con normas que se imponen y conllevan amenazas y sanciones eficaces. Su gente necesita imposición o presencia de la autoridad para comportarse. Otro sistema de orden se logra con normas morales interiorizadas junto al sentido de culpa que no necesariamente lleva a vivir con alegría y en franco convivir; pero el orden funciona. También hay otro orden social dado por la experiencia de vida que lleva a acuerdos tácitos o compromisos de normas y prácticas de vida por ser convenientes o positivas, pues evitan conflictos y ayudan a resolver las necesidades. Este sistema crea más confianza en el otro y en si mismo, el valor de sí justifica el valor del otro, no es la sanción la prioritaria.
En Sucumbíos, los campesinos dejaban las puertas abiertas; decían que todos eran igual de pobres y si el vecino necesitaba algo podía entrar a prestarle; confianza basada en la igualdad del otro y en la responsabilidad de devolver lo prestado. Este orden social con gran convivencia se funda en la confianza y la reciprocidad que se concreta en iguales derechos y obligaciones de unos con otros: cuento contigo cuentas conmigo. A menor confianza, en cambio, uno construye muros físicos y mentales para protegerse de los demás, añora policías, sanciones, castigos y mano dura.
En 2003, se optó por promover la “convivencia” en el sistema escolar. El Código de Convivencia (CC) promovía buen vivir, compañerismo, respeto, confianza, igualdad de trato, de derechos y responsabilidades entre estudiantes, padres, profesores.
No es fácil cambiar la cultura de imposición y de ignorar al otro. Maestros y padres prefieren la salida fácil del orden de la sanción y de la autoridad que se impone. La razón era así la perdedora, la imposición busca obediencia, la comprensión con la razón en cambio busca la conveniencia de la norma. La pasión por la sanción lo anula. Ahora, el CC será el Código de la Sanción, del orden impuesto. El ministerio lo ve como reglamento, devalúa el sentido del CC, se privilegia la lista de faltas y sanciones. Con un Código sancionador no se requiere ley o juez. La “disciplinarización” de la sociedad, el garcianismo moreno del siglo XXI, deshace así la convivencia para que reine el simple orden de la culpabilidad o del castigo. Orden de hoy desorden de mañana, pierde la convivencia, todos perdemos.