Se difundieron las cifras del comportamiento de la economía en el segundo trimestre. La buena nueva es que la caída no es tan pronunciada como en el primer trimestre. La mala es que la economía sigue cayendo.
Lo que más directamente atañe a la ciudadanía es el consumo de hogares: cae 0,4% en relación al primer trimestre. Lleva cinco trimestres consecutivos de contracción, un total de -5.9% en relación al consumo del primer trimestre de 2015. El consumo de hogares ha retrocedido tres años.
Las administraciones públicas están a salvo de esta situación, ya que para aislarlas de la crisis, se grava a los privados. Su consumo aumentó en el último trimestre, y los últimos cinco trimestres sólo se contrae 0.4%.
Las actividades económicas que dependen del consumo de hogares, en su mayor parte decrecen. En relación al segundo trimestre de 2015, se contraen la industria, el comercio, la agricultura y la construcción. Igual cosa los servicios prestados al público, como alojamiento y comida, servicios profesionales y financieros.
Del sector privado se salvan la pesca y camarón, que dependen preponderantemente del mercado externo. Lo que crece es lo estatal: las diversas ramas del petróleo y la electricidad.
Para reactivar el consumo y la actividad económica en general, el gobierno inyecta dinero, de créditos onerosos externos y fondos del Banco Central, que no sabemos si salen de la reserva monetaria o de la chistera del mago. Los bancos nadan en liquidez, pero las empresas no se tientan a pedir crédito, porque sus productos no tienen demanda. Los consumidores no se atreven, ante el creciente desempleo.
La salida vendrá por el lado de las exportaciones, como argumentamos la semana pasada. Tendría que gestarla el próximo gobierno, pues el actual está empeñado en que exportemos las cosas que aún no sabemos hacer. La recesión se aligerará cuando se expandan las ventas de rosas, banano, broccoli, cacao y otros productos que sabemos producir, y que requieren una política más favorable a las exportaciones, por ejemplo, un drawback ágil y que se cumpla.
Esa es la parte fácil. Más complicado es bajar los costos de producir en el Ecuador, generados por una extrema rigidez en los mercados laboral y salarial. Desbrozar la maraña regulatoria que enreda los brotes de nuevos emprendimientos. Desmantelar el piponazgo. Abandonar el sesgo anti-bancario, eliminando las restricciones para que tanto grupos grandes como inversionistas pequeños participen en aumentos de capital del sistema financiero.
El FMI es escéptico que logremos superar este lastre y augura cinco años de recesión. Para 2021 el PIB per cápita sería igual al de 2008. Trece años perdidos, el premio gordo de la lotería petrolera desperdiciado. Probémosle que se equivoca. Que si podemos.