El Presidente de la República ofrece llamar a Consulta Popular al pueblo para que se pronuncie sobre un tema en el que existe un pleno consenso nacional: la urgente lucha contra la inseguridad pública, la delincuencia y el crimen que agobian a todo el país, a los pobres y a los ricos con una tímida e impotente respuesta oficial.
Talvez el discurso de un líder político como Correa, que arrastra gran popularidad, cale en los legisladores y ponga de acuerdo al fin a los sumisos levanta manos, a los fieles a su proyecto de cambio y a muchos asambleístas de la oposición. El tema corre el riego de convertirse en un nuevo ejemplo de populismo discursivo y de sumar en la vorágine efectista, soluciones tan retardatarias como absurdas y extremas. Ya hay voces que claman por la pena de muerte y una ineficaz como eterna sumatoria de penas sin mirar las causas profundas de la pobreza y el crimen y sin escuchar a los expertos penalistas que han estudiado el asunto durante años. A ellos valdría consultarles criterios antes de desatar la demagogia ante un asunto que, ciertamente agobia la vida nacional y es visto como el principal problema del Ecuador desde hace años y en continuas mediciones de las casas encuestadoras.
Pero hay que separar el polvo de la paja y no mezclar la verborrea populista con un tema tan delicado que merece un profundo estudio para provocar soluciones de largo plazo y evitar una suerte de linchamiento popular, por más que muchos ecuatorianos, de acuerdo a un estudio de opinión, sean partidarios de la justicia por mano propia. No es civilizado ni está bien aunque la mayoría lo apruebe.
Ocurre además que el Presidente tiene sed de ganar elecciones. No bastó con los interminables referendos pasados. Los 4 años de Gobierno han transcurrido entre la tarima y el conteo de votos ganadores. Esa sed es difícil de saciar como no sea con otra elección contra sus propios fantasmas.
Talvez haga falta preguntar más cosas en una Consulta:
Muchos quisieramos saber si los ecuatorianos aprueban los insultos de los sábados y las interminables cadenas de radio y TV. Sería bueno saber si los ciudadanos están de acuerdo con que no se haya cumplido la promesa de vender los medios incautados, si aprueban que el Gobierno controle, sin suficientes espacios para otras corrientes políticas, los medios llamados públicos pagados con la plata e todos.
Talvez sea propicio preguntar sobre la amnistía del ex vicepresidente Alberto Dahik que el mandatario ofreció el 10 de agosto.
Sería bueno saber si los ecuatorianos aprueban la actitud de la justicia ante las denuncias sobre los negocios de Fabricio Correa.
Ciertas preguntas no buscan sino crear el enemigo que el Presidente no tiene después de haber aniquilado a la oposición y degradado la voz crítica de las pantallas de TV. Los caudillos requieren enemigos a los que derrotar.