En las próximas horas, el escenario de una inminente elevación de precios, como consecuencia del aumento del impuesto al valor agregado (IVA), crece. Solo se espera que se cumplan los procedimientos burocráticos y administrativos, para que el Gobierno ponga en marcha su décima cuarta reforma tributaria (Ley Solidaria y de Corresponsabilidad), una vez que la Asamblea Nacional dio paso al aumento del IVA en dos puntos (14%). Salvo que se apruebe que el cliente considere adquirir bienes y servicios con dinero electrónico y, en ese caso, pagará un 10% de IVA. Aunque todo esto, sin contar el reciente aumento de precios de gaseosas, cervezas, bebidas azucaradas, cigarrillos, etc., que se aplicó con la Ley de Equilibrio de las Finanzas Públicas.
Mientras los consumidores asimilan el golpe de adquirir productos y/o servicios más caros y, consecuentemente, ajustar sus presupuestos familiares o buscar más ingresos, las empresas también deberán ir hacia una revisión de sus estrategias corporativas, que se orientan hacia dos aspectos: un escenario de pérdida de mercado (como efecto de la contracción económica por el alza de precios) o revisar sus costos de producción, para minimizar el impacto de la pérdida de mercado, como resultado del alza del IVA.
Pero el rol del consumidor en su aporte al desarrollo económico del país, cada vez tiene menor protagonismo. Eso se refleja claramente en las cifras, porque los números no mienten. Al menos tres reportes muestran ese cambio: la caída en las recaudaciones del IVA, la reducción del índice de inflación y el desplome del Índice de Confianza del Consumidor (de 39,5 puntos en enero del 2015 a 27,5 en marzo del 2016), que mide el Banco Central. Y todo eso sin contar con que los ingresos de muchos hogares se han visto reducidos por los líos del mercado laboral.
En una economía con un escenario complejo, la realidad es esta: al caer el consumo baja la producción, al caer la producción se eliminan fuentes de empleo y al haber más desempleados, cae el consumo. Nada más.