Faltan 10 días para las elecciones en Estados Unidos y, una vez que se cumplió el tercer y último debate entre los dos candidatos presidenciales con opción de triunfo, el actual mandatario Barack Obama, demócrata, y Mitt Romney, republicano, las encuestas coinciden en que hay un “empate técnico”, de tal manera que el resultado final podría depender de algún imprevisto de última hora.
Además de los candidatos de los partidos Republicano y Demócrata, también participan aspirantes independientes y de pequeños movimientos políticos de diversos estados, los que, por cierto, casi siempre solo figuran. En los comicios de 1992 terció el multimillonario texano Ross Perot, independiente, que alcanzó el 19% del total de la votación.
En la mayor potencia militar y económica del mundo se mantiene invariable el sistema electoral, con alguna enmienda intrascendente, desde la expedición de su única Constitución en 1787, mientras en nuestro país ya superan la veintena y se la ha reformado y manipulado, conjuntamente con la ley electoral y su reglamento, a medida y conveniencia del “dueño del país” de turno. Esta vez no ha sido la excepción y más bien, como agravante, se ha dado rienda suelta a la funesta obsesión de amordazar a la prensa.
Los procesos son diferentes en los dos países. En EE.UU. no se elige directamente al Presidente y Vicepresidente, sino que “el martes siguiente al primer lunes de noviembre” se elegirá a los miembros del Colegio Electoral, que se reunirán el 17 de diciembre para cumplir el mandato de su respectivo Estado de votar por tal o cual candidato y, finalmente, el nuevo Congreso ratificará como triunfador, el 7 de enero, al candidato que hubiere obtenido más de la mitad de los 537 electores.
El Presidente y el Vicepresidente electos deberán asumir sus funciones el 20 de enero, pero, como esta vez es domingo, posiblemente se realizará la ceremonia solemne el día siguiente.
Este sistema, calificado de “complejo y confuso”, ha permitido que lleguen a la Casa Blanca 17 candidatos que no obtuvieron la mayor votación, pero que alcanzaron más electores estatales. El último fue George W. Bush, en el 2000.
El sufragio es voluntario y el ausentismo oscila entre 30 y 40 por ciento.
Para estos comicios están registrados algo más de 100 millones de ciudadanos mayores de 18 años, de los cuales unos 30 millones votan por correo antes del 6 de noviembre, día en que se utilizan modernos aparatos electrónicos en los recintos de casi todos los estados, lo que permite conocer los resultados poco tiempo después del cierre del proceso, en el que suele evidenciarse la ponderación y madurez cívica de los aspirantes a las diversas dignidades y del electorado estadounidense y la transparencia de los organismos de control electoral.