El Gobierno tiene gran imaginación en encontrar justificativos para sus acciones. Sin reparos en las contradicciones, hace que el papel aguante más de la cuenta y que la palabra presidencial se especializa en estirar las palabras más allá de los significados. En sus fallidos códigos laborales, por ejemplo, flexibiliza las relaciones de trabajo y lo justifica con el acceso a la seguridad social a las amas de casa. Justificaciones a la carta que el sistema de propaganda esconde lo injustificable.
Pero en la decisión de expulsar a la Conaie del local dado en comodato, no calzan sus justificativos. Aunque, convenimos con Correa que hay que abandonar todo paternalismo con la Conaie o quien sea; sería entonces bueno revisar las prácticas de clientelismo político (con favores para los que han votado para AP). Mas el Gobierno argumenta e inventa justificativos, más es notorio que su política de represión, guanteada o no, a las organizaciones sociales que no comparten sus posiciones se agiganta. Y, su afán de no tener obstáculos para la reelección en 2017, una escena política sin contrincantes críticos y con audiencia pública, le lleva ahora a tomar medidas inaceptables para que de aquí 2 años la propaganda ya haya sembrado el olvido. Pero estos justificativos revelan bien la visión autoritaria gubernamental de distraer la sociedad civil y en querer la política despolitizada para los ciudadanos. Todo tendría un cajoncito a conveniencia.
Correa encuentra que la Conaie rompió el comodato porque “es solamente para actividades socio-organizativas. ….(pero) se ha utilizado para actividades políticas, de oposición al Gobierno…. se han opuesto a toda política del Gobierno… están desubicados”. Sería inadmisible que una organización social “haga política” al no estar de acuerdo con el Gobierno, por ejemplo, en la extracción minera a cielo abierto o del petróleo en el Yasuní, como hace la CONAIE. Sólo cabría una despolitización, la política es para los profesionales, los demás deberían seguir al gobierno o vivir el silencio. Aún más, la sociedad ideal que reiteradamente propone Correa es la de un gobierno que define lo que conviene a la sociedad y una sociedad que le apoya. El primero comanda y ordena; la sociedad debe obedecer y respetar ese orden. Los que no comparten sus posiciones tienen derecho, al otro cajoncito, afiliarse en la oposición.
¿Y en el intermedio? No cabría una sociedad activa y organizada. No habría sociedad civil. Sería una gran nebulosa de apoyos y silentes. Por eso la participación que tanto esperanza causó al inicio del Gobierno en aquella izquierda más cercana a la sociedad civil que a una izquierda arcaica con un marxismo e ideas del XIX, quedó ahora en que se trata de la “socialización” de la acción gubernamental. Es una comunicación en una vía, del poder a la nebulosa de apoyos. La restauración conservadora no avanza, se enraíza.