España está consternada. La iniciativa de hacer de Cataluña un Estado independiente y soberano avanza. Esto ha generado mucha preocupación dentro y fuera de España por las consecuencias que pueda causar.
La mirada está puesta en el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. No solo por la declaratoria de independencia que cualquier momento podría hacer ante el “Parlament” de Cataluña sino por los hechos negativos que luego podrían desencadenarse en diferentes campos.
Las detenciones de quienes estuvieron a cargo del referéndum del 1 de octubre, la desmedida represión policial, las protestas ciudadanas y el enfrentamiento entre quienes están a favor y en contra del independentismo, el anuncio del traslado de importantes empresas a otras regiones de España, es solo el inicio de un conflicto que se presenta como sumamente complejo.
La cuestión catalana está dejando de ser una crisis territorial para convertirse en un conflicto institucional, político y social. En este momento, el más grave de Europa.
Y pese a que la búsqueda de la independencia de Cataluña ha estado plagada de vicios, irregularidades e ilegalidades, esto no es solamente un asunto de un grupo de líderes políticos. Hay un importante sector de los catalanes que, pese a no estar de acuerdo con el camino seguido por Puigdemont, efectivamente sueñan con la idea de un Estado propio e independiente.
Posiblemente no estén preparados para ello. Sin embargo, tienen varios de los elementos esenciales para ello: idioma, instituciones, territorio, historia, cultura, mercado, etc. A esto se podría añadir la existencia de ciertos símbolos, valores y sentimientos de pertenencia a una comunidad diferenciada por los aspectos que acabo de mencionar y que, en el momento actual, buscan una forma de representación en el campo político e institucional.
Si analizamos con detenimiento y profundidad los resultados (outputs) de la política desde el fin del franquismo y el retorno a la democracia, posiblemente el balance sea más positivo que negativo. No obstante, buena parte de la crisis económica que ha sufrido España en los últimos años se debe en parte a la clase política enquistada en los espacios de poder. Mala gestión, corrupción y falta de visión.
Más allá de los cuestionamientos que podríamos hacer al independentismo catalán, considero que debería también preguntarse sobre el papel que está cumpliendo el Estado español no solo para atender las necesidades de su población sino de sus respectivos territorios.
Considero igualmente que la gestión dada por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no ha sido la más acertada. Dejar que actúe solamente el aparato judicial y no abrir los espacios del diálogo es contraproducente. Ante el desconocimiento de los resultados del referéndum, el sentimiento de injusticia y atropello puede crecer, alimentando aún más los anhelos de separatismo e independencia.