Se acerca la hora cero para saber si el presidente Lenín Moreno está dispuesto o no a ‘descorreizar’ al país. Dio un gran paso cuando desató un proceso de investigación de la corrupción en la era correísta, fuera de todo pronóstico. Dio otro paso cuando, con la consulta y referéndum, golpeó todo cuanto pudo al modelo concentrador de años.
Así separó a los correístas del antes monolítico AP y, tras la consulta, dejó al expresidente en la zanja del populismo, alejado de la centroizquierda que durante años lo apoyó, aunque solo fuera para que gobernara con la derecha y persiguiera a la izquierda y a todos quienes se le opusieran. ¿Pero de verdad la institucionalidad ya está ‘descorreizada’?
Siendo prácticos, es difícil imaginar que Rafael Correa haya perdido influencia en las esferas institucionales que forjó durante años a través del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Que no siga conectado con organismos de inteligencia y de decisión política y económica en los que vio crecer a pupilos, beneficiarios y seguidores.
Se trata de espacios lentamente colonizados y desde los cuales se siguen tomando decisiones importantes. Son estructuras que han sido golpeadas, pero dentro las que se sigue desarrollando una táctica defensiva cuyo objetivo inicial era -sigue siendo- cuidarse las espaldas y mantenerse vigentes mientras cambiaban las condiciones políticas.
¿Resultan confiables los exfuncionarios que siguen formando parte, casi nueve meses después, del gabinete de Moreno? ¿Se trata de técnicos capaces de alinearse con las nuevas directivas, o juegan su propio partido? Esa incógnita cobra mayor peso en un momento en el cual el Presidente se dispone a tomar medidas y a hacerse cargo de las consecuencias.
Después de los meses de la transición y de la pausa de legitimización política a través de la consulta, Moreno enfrenta quizás su momento más difícil. Preocupa que en los próximos días le ofrezca al Ecuador un plan económico correísta modelo 2018 o que, en su defecto, intente unas cuantas soluciones para salir del paso y complacer un poco a todos.
¿Quiénes, y sobre todo, desde cuándo, están cocinando ese plan económico? Se espera que no sean personas que se sientan subyugadas por el modelo mentiroso que endeudó al país a cambio de obras faraónicas costosísimas y mal hechas que no cambiaron ni la realidad productiva ni la social, y tampoco mejoraron estructuralmente la economía.
Se espera también que quienes lo ejecuten no sean personas cuyos egos les impiden ver la necesidad de abrir más mercados y de crear riqueza para repartirla. Que no sientan que sus verdades e intereses políticos están por encima incluso de quien va a poner su nombre y su apellido a un plan que marcará la ‘descorreización’ o la ‘correización’ del Ecuador.