Los hechos lamentables en la frontera norte hicieron despertar al país y evidenciaron el abandono del Estado que por muchos años ha ocurrido. Problemas sociales pero también de seguridad y defensa, encargado a FF.AA., que demostraran profesionalismo cuando debieron defender la soberanía e integridad territorial en el conflicto del Cenepa y salieron victoriosas.
Empero, pese a las advertencias, en el correísmo sobrevino un debilitamiento no solo en el campo operativo y de equipamiento sino en la formación militar, que debe obligar a una urgente depuración, reorientación y reprogramación del adoctrinamiento de sus miembros. La brújula y el liderazgo del pasado (el caso del Cenepa) se perdieron.
Es bueno advertirlo a tiempo, como lo hice en esta columna a fines de 1 999 en el sentido de que si no actuaban los generales lo harían los coroneles y así ocurrió en enero del 2 000. No se trata de una afirmación subjetiva sino de hechos, reflejados en el pensamiento de una parte de jóvenes oficiales que estudian en las academias de guerra, a propósito de eventos académicos destinados al análisis de la situación en la frontera norte. El pensamiento desorientado de hoy refleja un sesgo ideológico, con viejos argumentos del siglo pasado: la lucha de clases, el control del Estado de los medios de producción y de las libertades individuales y de expresión. Por ello el argumento de mantener la Ley de Comunicación para que se aplique un rígido control de los medios de información.
El daño del correísmo penetró en FF.AA. Limitó la necesaria capacitación en el exterior, basada en una sólida formación occidental. Ha habido mandos (no todos) que permitieron la injerencia del discurso populista y divisionista del déspota. Una ministra que un lunes cívico hizo un llamado a FF.AA. a alinearse a la revolución ciudadana, algo inaudito. Otro ministro nefasto recorrió los cuarteles dividiendo al personal, que preconizó la igualdad en una institución disciplinada, jerarquizada, piramidal, con grados y antigüedades y por tanto no se pueden dar esas pretensiones “socialistas”. Eso hay que reorientar a los jóvenes, que en algunos años serán potenciales comandantes.
Con el solo cambio de ministro, que el gobierno tuvo el acierto de nombrar a un reconocido y estudioso ex alto oficial, no se arregla todo el problema, en momentos difíciles. La institución no tiene liderazgo. Por ello algunos experimentados ex jefes militares han planteado la necesidad de oxigenar el mando e incluso hacer una auditoría por el daño irrogado al permitir el fomento de la división. Un comandante sabe que es el responsable por acción u omisión, por lo que pasa o deja pasar en las unidades y no puede importarle solo mantenerse en una función con respaldo político, a espaldas de la institución y sin dignidad.