La promoción y protección de los derechos humanos es un ideal común de los pueblos del mundo, como un medio eficiente de preservación de la dignidad de la persona. Este anhelo universal tiene una dilatada trayectoria histórica. Entre los hitos esenciales de este proceso figuran las declaraciones emanadas de las revoluciones liberales de Inglaterra, Estados Unidos y Francia, o sea el Bill of Rights inglés de 1689, la Declaración de Independencia de las 13 colonias inglesas de Norteamérica, de 4 de julio de 1776, y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de Francia en agosto de 1789.
Las citadas declaraciones contienen los denominados derechos civiles y políticos. Los primeros corresponden a la persona humana como tal, en tanto que los derechos políticos atañen al ciudadano, o sea al miembro activo del Estado. Estos son los derechos de la primera generación. Los derechos sociales, llamados también dela segunda generación, vinieron después, como consecuencia de la revolución industrial, propiciados por los pensadores socialistas y dirigidos a los sectores menos favorecidos de la población: el derecho constitucional del siglo XX consagró la existencia de estos derechos. La dinámica social de nuestros tiempos, con sus desafíos y exigencias, ha dado paso a los derechos humanos de tercera generación: el derecho a la paz, al medio ambiente sano, al desarrollo sostenible.
Importa precisar, sin embargo, que la plena formulación y vigencia de los derechos y libertades fundamentales derivan de la Carta de las Naciones Unidas y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada esta última por Resolución de la Asamblea General de 10 de diciembre de 1948. Conviene destacar que el Pacto de la Sociedad de Naciones (1919), aprobado al término de la Primera Guerra Mundial, no contiene disposición alguna acerca de derechos humanos. La Comisión de la ONU, creada en 1946, redactó el texto de la citada Declaración y, años después, el de los dos pactos complementarios sobre derechos civiles y políticos, el uno, y derechos económicos, sociales y culturales, el otro.
Una de las tareas prioritarias de la ONU es verificar el cumplimiento del solemne compromiso de todos los Estados de promover el respeto universal y la observancia de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, que son patrimonio innato de todos los seres humanos. Para hacer una evaluación de esta delicada problemática, promovió la Conferencia Mundial de Derechos Humanos en Viena, en junio de 1993. Constató, con justa preocupación, que se violan tales derechos en todas las regiones del mundo. Desde entonces la ONU ha persistido en sus empeños, a la luz de la Declaración y del Programa de Acción, a la par que reafirma la importancia de garantizar la universalidad y no selectividad del examen de las cuestiones de derechos humanos.