Empresas y empresarios aportantes, ha sido de siempre. Hipócritas quienes lo nieguen.
En Estados Unidos se lo admite aun cuando las empresas tengan contratos con el gobierno federal o con los estatales. Recientemente, para la posesión de Trump, enero del 2017, se publicó la lista y no faltaron las referencias de los intereses que estaban vinculados con cada donante. Más aun, una práctica de muchas empresas es ser donante declarado para varias campañas.
En Latinoamérica también ha sido una práctica, pero pervertida en cuanto no se declara el aporte, sino que hay quienes prestan su nombre para ser intermediarios, o se dan y reciben aportes en billetes. De por sí esto ya es ilegal. Y se agrava el ilícito, cuando además se vincula con negocios con el Estado o con gobiernos seccionales, en una especie de “dando y dando”.
Odebrecht no ha sido entonces una excepción en prácticas ilícitas, ni la primera en hacerlo. Quizás marcó una diferencia, la abierta y reiterada participación de Lula que convocó a reuniones de gobernantes y trabajó en singular, país por país, negocio por negocio, para auspiciar a Odebrecht, lo cual de primera visión no era tachable, porque aparecía como el gobernante que procuraba que las empresas de su país tengan mayor presencia internacional. En los hechos, la relación de negocios se degeneró para ser el caldo de cultivo de la corrupción, con la fetidez que ahoga en tiempos recientes.
El Coronel Hugo Chávez, junto a Lula y a Rafael Correa, en Manaos, el 1 de octubre del 2008, no dejó duda de su credibilidad en esa empresa: “Odebrecht es un ejemplo de transparencia y merece confianza absoluta”.
En el Ecuador, desde el 2006, el peso de Lula fue presionante.
De la relación idílica con los años se pasó a la negación vergonzosa, al peor estilo de Pilatos, siglo XXI, en Brasil y en la Región.
Odebrecht como que se preparó para esto, por eso “las pruebas”, grabaciones y otras, que acompañan a las delaciones de sus personeros.
Una mentira repetida es que quizás en Odebrecht – igual que en otros casos- se entregó dinero de sus utilidades, “sólo disminuyeron su ganancia” se ha dicho; y, otro cuento, “no había manera de saber que estaban haciendo algo ilícito, porque sus ofertas eran las mejores”. Cinismo y cinismo.
En todas las negociaciones y contrataciones hubo procedimientos truchos y calificaciones direccionadas para favorecerla. Se calcula que en sobreprecios y escalamientos en el Ecuador para Odebrecht, se sobrepasaron los USD 553 millones.
En los días recientes ha sido mayor el desborde de cinismo. Querer convencer que la contraparte de Odebrecht se habría reducido a personajes de segundo nivel – es ofender al sentido común.