La Comisión de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos, a través de su presidenta Dianne Feinstein, acaba de hacer público un informe estremecedor. En este se detallan las brutales torturas a las que fueron sometidos “presuntos terroristas” por parte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) luego de los atentados del 11 de septiembre (11-S) a las Torres Gemelas.
El director de la CIA, John Brennan, ha comparecido ante los medios de comunicación para atenuar el impacto que ha tenido el informe del Senado, aclarando que no se trata de torturas sino de “técnicas de interrogatorio reforzadas”. Sin embargo, el peso de las evidencias es revelador: rehidratación rectal, ahogamiento simulado (técnica del submarino), mantenimiento de los detenidos por más de 180 horas sin dormir, entre otras. Esto no tiene nada que ver con “técnicas de interrogatorio reforzadas” sino con prácticas brutales de tortura.
Con la finalidad de justificar de alguna manera la actuación de la CIA, Brennan ha mencionado que los prisioneros interrogados “proporcionaron información útil” para la operación que permitió la ejecución del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, en el 2011.
No obstante, la acción de la CIA en Guantánamo y prisiones secretas, así como la intervención de Estados Unidos en Afganistán, Iraq y otros países de Oriente Medio, empañan aún más su imagen a nivel interno y externo. Por poner un ejemplo, ¿en qué medida la actuación de los Estados Unidos puede ser diferente de los terribles casos de violación de los derechos humanos incurridos por parte de China o Corea del Norte?
Esto no solo socava la credibilidad de los Estados Unidos sino incluso contradice los principios de su Constitución, elemento fundamental de su sistema democrático. Lo rescatable de todo esto es que esta denuncia o revelación de las barbaridades y abusos cometidos por la CIA haya surgido del Senado, una de las funciones del Estado. Es decir, este informe no provino de organizaciones no gubernamentales nacionales o internacionales que promueven los derechos humanos.
Sobre esto último, uno de pregunta también por qué estas organizaciones (las cuales tienen informes de la violación de derechos humanos en otros países), así como las Naciones Unidas, no se pronunciaron de manera contundente sobre los temas que aborda este informe del Senado.
Aunque al leer este informe uno no puede dejar de preguntarse cómo en pleno siglo XXI se sigan cometiendo este tipo atrocidades, llama la atención que ciertos sectores de la población y líderes políticos (más del partido Republicano) sigan defendiendo la actuación de la CIA.
Es cierto que los ataques del 11-S fueron realmente lamentables, sin embargo, eso no es motivo para justificar una tragedia con otra posiblemente aún peor.
En el afán de garantizar la seguridad de los ciudadanos se ha soslayado uno de los puntales de la democracia norteamericana: el respecto de las libertades.