Aparejado al miedo colectivo que cunde en Europa, por la acción perversa del terrorismo del integrismo islámico, Europa y buena parte del mundo viven el drama humano de los desplazamientos de millones de personas.
La historia de la humanidad se escribe desde antiguo con factor de las corrientes migratorias. Para Rodrigo Borja, ex Presidente del Ecuador en su Enciclopedia de la Política, este será uno de los grandes problemas del mundo en el siglo presente.
Recuerda el autor que las corrientes antiguas de flujos migratorios se debían al factor climático, luego a la política, la economía y la religión, y a las guerras.
En nuestro continente los flujos migratorios han sido potentes y han dado sustento a la forja de los países. Ingleses y franceses en EE.UU., pioneros en la conquista de gigantes zonas, llegaron con nuevos modos de producción, religión y costumbres. La esclavitud aportó con la fuerza laboral desde África y es huella inseparable de ese país.
Nueva York se tiene por capital del mundo, por ser un crisol cosmopolita donde habitan millones de personas de decenas de naciones y religiones, además de latinoamericanos entre ellos ecuatorianos.
En Brasil las colonias árabes, judías, japonesas y otras aportaron a la interacción y a la economía. En Argentina los flujos provenientes de Europa, especialmente de Italia y España fueron forja de su personalidad.
A Ecuador llegaron árabes, en el imperio Otomano, y europeos y judíos en la II Guerra Mundial. En los últimos años, colombianos que huyeron de la guerra civil, peruanos que escapaban de la pobreza, fueron acogidos pero en varias ocasiones segregados como sucedió recién con los cubanos y dolorosamente, hoy con los venezolanos.
Europa se nutrió en los dos últimos siglos de las corrientes migratorias de las ex colonias. Hoy la guerra civil en Oriente Próximo expulsa a millones y la xenofobia crece. La marea y el rechazo son signos de los tiempos y demanda soluciones globales.