Es una verdad de destino que lo que le ocurra al Ecuador en el futuro mediato será fruto del esfuerzo corresponsable de toda la sociedad, para lo cual se impone un cambio cultural que forje la vía de salida entre todos, gobernantes y gobernados, haciendo lo que hay que hacer sin caer en el anacronismo del temor al costo inmediato.
El gobierno tiene que medir las consecuencias de sus actos y dejar de gastar tanto en acciones sin sentido de lo importante.
Por su parte, la empresa privada tiene que racionalizar sus apetencias de rentabilidad y considerar, por ejemplo, que el desate de las importaciones masivas de bienes innecesarios o redundantes puede vaciar – sin remedio – la piscina de los dólares de la economía ecuatoriana.
Sobre la base de una visión conjunta de lo que queremos para el Ecuador, requerimos un liderazgo político y de las élites para aplicar un Plan de Desarrollo Cuatrienal hecho por técnicos competentes y experimentados que contemple una política eficiente de austeridad no recesiva y racionalice el gasto público , calzando simultáneamente con el dinamismo de la empresa privada para mejorar progresivamente la productividad en todos los campos, a base del apoyo estatal a los sectores que sean grandes fuentes de empleo adecuado, que es lo básico para sustentar una buena calidad de vida de los trabajadores.
No importa que la recuperación económica del Ecuador dure algún tiempo si es genuina, si es modernamente productiva y no solo comercial, teniendo en cuenta que nuestro país para desarrollarse necesita el capital físico (que es escaso), el capital humano (que aún no está preparado) y la competitividad productiva para exportar (que demora).
Pero hay que comenzar con una recuperación inicial auténtica (no solo a base de endeudamiento) para que el país no entre en una recesión penosa para su población. En los primeros cien días del gobierno de Moreno se debe señalar metas macroeconómicas claras y previsibles, las políticas públicas coherentes y también lo que deben hacer para que los productores privados y trabajadores, en ejercicio también de una corresponsabilidad, admitan la creación de un nuevo contexto que desenrede la maraña de obstáculos que se opone al crecimiento del empleo bueno.
Ninguna inversión de magnitud considerable vendrá si se mantienen las rigideces de las leyes laborales, que teniendo buena intención de proteger a los trabajadores, han resultado contraproducentes porque no se ha creado empleo formal.
Pero tampoco hay que volver a la tercerización de los trabajadores como plantea la Cámara de Comercio de Guayaquil, sin darse cuenta que esta modalidad tramposa es ampliamente impopular.
El diálogo debe partir de una propuesta del gobierno que vele por el bien común y desarrollarse a base de un liderazgo decidido porque todos somos prisioneros de un mismo destino.