Lo cierto es que corremos el riesgo de perdernos en medio de esta maraña de citaciones, comparecencias, juicios políticos, consejos de participación ciudadana y control social. Entre la corrupción y las batallas partidistas, ¿pensará alguien en los pobres?
Recuerden el arranque de “Cien años de soledad”, cuando en Macondo muchas cosas carecían de nombre… Es cierto que hasta que no se nombran las cosas no nos damos cuenta de que existen. A los pobres no los nombramos, pero ahí están, sufriendo nuestra codicia. Podemos señalar a los corruptos con el dedo y pronunciar sus nombres, pero, ¿cómo se señala el desprecio al pobre?
Si algo queda en evidencia en medio de la corrupción es que seguimos manteniendo la desigualdad entre los bien situados y los mal situados, como si los bien situados fueran superiores, dioses intocables de un olimpo exclusivo. Los corruptos no son superiores. Son pillos. No son superiores ni éticamente ni por educación.
En estos días he pensado mucho en los pobres que, abandonados en las periferias de la vida (otra vez), han sido traicionados e ignorados. Será por eso que los discursos de nuestros políticos (pulcros, precisos, llenos de razón y con olor a moralina) causan cada vez una mayor desazón. Es curioso que los mismos que consintieron la corrupción sean ahora sus implacables perseguidores. No sé en qué acabará todo esto, pero hay un verdadero abismo entre las declaraciones y los comportamientos.
¿Habrá algún antídoto frente al desprecio de los pobres? Afortunadamente, sí. La codicia siempre estará presente y, con ella, el robo, el peculado, el enriquecimiento ilícito… Pero también está la generosidad, la cooperación, el sacrificio, la integración de los excluidos, la capacidad de sacarse el pan de la boca para que todos coman. Hay que cultivar las tendencias que sean más positivas. Lo bueno del cerebro es que es extremadamente flexible. Por eso, conviene pensar en el tema educativo. ¿Se dan cuenta hasta qué punto necesitamos en nuestros planes de estudio la religión, la ética, las humanidades? Si queremos educar en la igualdad y en la compasión se necesitan espacios en los que sea posible hablar de ello. Tiene que quedar claro que no hay revoluciones, ni proyectos políticos, ni ideologías que merezcan la pena si dejan a los pobres en la cuneta.
Hace pocos días confirmaba yo a más de cien alumnos de un colegio católico. Les decía que los corruptos, seguramente, también habrían recibido la confirmación y los demás sacramentos. Posiblemente más de uno fue abanderado de su institución católica. Y nada de eso evitó que, llegada la ocasión, se convirtieran en ladrones. Te hace bueno el cultivo de la conciencia, de la ética y de la compasión. Pongan remedio. No se olviden de los pobres.