El escándalo que ha puesto en duda la salud de la carne de Brasil, su mayor exportador mundial, agravó la sensación de corrupción generalizada en el país y de un Estado hecho para beneficiar a políticos y enriquecer a cúpulas poderosas.
El nuevo terremoto se llama operación Carne Débil y lo desplegaron 1.100 policías federales el 17 de marzo. Puso bajo sospecha a 21 frigoríficos que procesan carnes de vacuno, pollo y cerdos, detuvo a 37 personas y derrumbó las exportaciones del sector.
Quedó en tela de juicio el sistema de inspección sanitaria del Ministerio de Agricultura, una actividad técnica de la que se adueñaron los políticos. Igualmente sucedió con la Policía Federal, por “crear un espectáculo” con indicios poco consistentes, como escuchas telefónicas de diálogos en una jerga mal comprendida por sus miembros. Substancias cancerígenas y cartones se habrían mezclado con la carne, así como insumos vencidos o inadecuados para la fabricación de chorizos y salchichas. Algunas denuncias perdieron fuerza porque el ácido ascórbico, usado en la conservación, no es cancerígeno y el cartón mencionado en las escuchas telefónicas seria para envases, no para el alimento.
La Asociación Nacional de Peritos Criminales de la misma Policía Federal atribuyó a la exclusión de sus especialistas en fraudes alimentarios los errores de la operación basada “casi exclusivamente en pruebas contingentes”.
“Procedimientos técnico-científicos” habrían evitado las “graves pérdidas comerciales y económicas”, señaló .
La suspensión de las importaciones de carne brasileña por sus principales compradores, luego flexibilizada por embargos solo a los 21 frigoríficos bajo investigación, estremecieron el sector, que conquistó el liderazgo mundial en los últimos 30 años gracias exactamente a tropiezos de sus competidores.
En 1982, la guerra de las Malvinas cerró Gran Bretaña para la carne argentina, lo que abrió ese merado y su área de influencia para Brasil. Diez años después la llamada enfermedad de las vacas locas, o encefalopatía espongiforme, descalificó la carne europea.
Así comenzó el camino al liderazgo de Brasil en el mercado mundial de carnes. Desde 1980 su producción de carne vacuna aumentó 50 por ciento, la avícola casi se decuplicó y la porcina se triplicó. El país se convirtió en el primer exportador de las dos primeras y tercero en porcina, según el estadounidense Departamento de Agricultura. Pero ahora “la imagen de las carnes brasileñas queda arañada por el escándalo”, además de las pérdidas momentáneas, admitió Fernando Iglesias, economista y analista de Safras & Mercados, empresa consultora en agronegocios,
“La tarea de recuperar la credibilidad de la proteína brasileña exigirá un largo esfuerzo, especialmente en Europa”, referencia mundial en términos de reglas sanitarias, lamentó.