Se reconozca o no, la Iglesia Católica constituye un referente fundamental y mundial en el transcurso de la historia y por supuesto en el siglo XXI. Sus principales exponentes, los papas Francisco, Benedicto XVI y Juan Pablo II, han sido en estos años faros luminosos de reflexiones y sapiencia. La cercana venida del papa Francisco a Ecuador ha desplegado importante información sobre el primer Papa jesuita e hispanoamericano.
Destacan su brillante formación teológica, pero sobre todo su humildad, sencillez, preocupación por los más débiles, compromiso con la justicia social, manifiestos a través de la cotidianidad de su vida, origen del nombre Francisco y de su obra, el verdadero poder es el servicio. Al papa Bergoglio le caracteriza el diálogo y la aproximación a los colectivos sociales, aparte que profesen o no la religión católica.
Evidencias de lo anterior son la decisión de transparentar la gestión del propio Vaticano, la entrega a la justicia civil y las sanciones eclesiásticas a los responsables de pederastia, la condena contra las prácticas políticas que dejan víctimas fatales como en los casos de Bosnia Herzegovina, Iraq, Siria, etc., así como su última declaración sobre el reconocimiento del Estado palestino. Su dimisión a la residencia papal por la casa Santa Marta, su renuncia a los atuendos papales clásicos, su disposición a compartir sus homilías con presos y chicos de la calle, su permanente contacto con periodistas, con personas abusadas por miembros de su iglesia, sin necesidad de intermediarios, sus comunes salidas del protocolo oficial, demuestran la coherencia entre sus ideas y la práctica de sus convicciones.
De su antecesor, el papa Benedicto sobra decir que su temperamento y temple germánico dejaron absorto al mundo cuando retrocediendo la historia cientos de años y en un gesto de excedida humildad, en febrero del 2013 anunció su retirada aduciendo falta de vigor tanto del cuerpo como del espíritu para gobernar la barca de san Pedro y consecuente, así se entendió, de los graves problemas que atravesaba el Vaticano, así como los grandes retos que reclama el mundo de hoy al primer jerarca de la Iglesia Católica.
De Ratzinger se debe decir que es el mayor teólogo de los últimos tiempos, sin rivales, acérrimo defensor de la fe frente a concepciones como el marxismo, el liberalismo y el ateísmo.
De Juan Pablo II hay que destacar su inflexibilidad en la lucha contra el comunismo y la expansión del marxismo. Su influencia contribuyó innegablemente a la caída del comunismo soviético y a la democratización de Europa oriental. Karol Wojtyla, el papa viajero y carismático por excelencia, elegido a los 58 años, concentró su actuación en 5 direcciones: la nueva evangelización, el ecumenismo, los derechos humanos, la paz y el rigor doctrinario. Escribió 14 encíclicas, hizo posible la publicación de nuevos códigos del derecho canónico latino y oriental, así como el catecismo universal de la Iglesia Católica. Su obra lo elevó a la santidad.
Claramente, una buena ilustración del poder.
Columnista invitada