Conforme han transcurrido los dos meses de su gestión y se acerca el plazo implacable de los cien días, el presidente Lenín Moreno no se ahorra ningún gesto público para marcar distancias con Rafael Correa. ¿Este atrevimiento tendrá un costo político grave? Quizás poco o ninguno.
A los indultos, al diálogo abierto, a la oferta de una amplia libertad de expresión y a la creación de un clima de confianza empresarial, esta semana sumó dos acciones importantes. Por un lado, concretó los cambios anunciados en el manejo de los medios públicos e incautados. Y por otro, se rodeó de gente más cercana a su línea de pensamiento para dirigir el buró político de Alianza País (AP).
Según el anuncio, esos medios ya no formarán parte del esquema propagandístico ideológico, se buscará que sean autosustentables. Está por verse si se cumple el propósito de dejar de utilizar un importante presupuesto para promover un pensamiento único y mostrar solo lo que le convenía al Gobierno, tanto en los mal llamados medios públicos como en los que no se vendieron por conveniencia.
Se entiende que estos medios serán el espacio para transparentar el manejo de los dineros públicos, del presente y del pasado. Luchar contra la corrupción fue una consigna que se escuchó en la posesión de sus nuevos directivos, y se supone que publicarán información represada en varias entidades, mientras la Fiscalía va a su ritmo y la mayoría de la Asamblea sigue reluctante a la fiscalización.
En cuanto al buró, el refrescamiento se produce en momentos en que uno de sus miembros destacados, José Serrano, como presidente de la Asamblea, se reúne con gremios productivos para acordar una agenda que permita a los asambleístas sistematizar y conocer los temas que tanto Ejecutivo como sector privado consideran importantes para enderezar la maltrecha economía.
No se puede esperar que quienes siguen en estado de negación frente al poder perdido estén dispuestos a abandonar sus puntos de honor. Pero en el movimiento gubernamental seguramente hay asambleístas dispuestos a debatir y consensuar. Algo tan elemental en política es mucho para aquellos políticos de mentes abotagadas que no entienden que la fiesta se acabó y ahora hay que pagarla.
Por supuesto, consensuar no es revivir el reparto de canonjías y de retazos del Estado, que al final del camino traba cualquier consenso, pero no está bien continuar aferrándose a una, hoy por hoy, imposible concentración de poder que anula al contrario y elimina otras iniciativas que no sean las estatales.
Moreno sigue quemando las naves frente a un modelo basado en una extinta bonanza que financió voluntarismos y vanidades. El único camino es el consenso, y en eso lo apoya buena parte del país. No se sabe si le será suficiente, pero sí queda claro que al perder el apoyo de los históricos de AP, pierde poco.