Los que pensaron que el actual Presidente Lenín Moreno iba a abrazar premisas distintas en materia económica que las aplicadas por su antecesor, estaban errados. No sólo que en sus declaraciones no se ha despegado de los postulados y los lugares comunes de sus correligionarios, sino que por más que en su interior esté convencido que el programa económico aplicado fue un completo fracaso, se encuentra cercado por toda esa maquinaria heredada del régimen anterior, que al primer desvío no ha escatimado en endilgarle duros epítetos en el que no han escaseado palabras como “desleal” y “traidor”. Caminando en un estrecho sendero tendrá que hacer malabares para no echarse a todo el mundo encima. En lo político ha logrado apoyos a su consulta cuando, como reclamaba un amplio sector social, ha incluido preguntas sobre la reelección indefinida y la derogación o no de la ley de plusvalía, puntos neurálgicos para el núcleo duro de los de Alianza País. Pero, cuando las circunstancias han exigido ciertas definiciones, como la de nombrar a una Secretaria de Estado para reemplazar temporalmente al ahora detenido Vicepresidente electo, no ha dudado en lanzar un guiño a sus compañeros de partido designando a una representante del ala estalinista de su variopinto grupo político, lo cual pese a las dificultades del momento ha servido para que no se escamoteen abrazos y sonrisas entre sus partidarios.
Inconcebible para algunos, lo sucedido no hace sino poner de manifiesto la fragilidad del régimen acosado desde varios frentes totalmente antagónicos. De un lado un importante segmento de la sociedad indignada por la vorágine de corrupción destapada, inconforme con el manejo económico que nos ha conducido a la antesala de una crisis a la que solo se le coloca paños tibios, esperando que algún golpe de suerte nos permita escapar de un desenlace inevitable. Por otro, las instituciones aún en manos de los que perseveraron en implantar un modelo ruinoso para la estabilidad económica.
En el medio, haciendo esfuerzos para intentar quedar bien con todo el mundo, repartiendo espacios de poder, el gobierno busca llegar al día de la consulta para mostrar que cuenta con apoyo popular y, es de suponerse, liberarse de las tenazas actuales. Pero hasta llegar a ese momento las negociaciones serán duras y difíciles, en las que no faltaran decisiones que sigan apareciendo contradictorias, como será la selección de la persona que reemplace definitivamente al segundo mandatario, si el mismo por las circunstancias que son de dominio público es relevado de su cargo.
Por esta imbricada coyuntura es muy difícil esperar verdaderas definiciones del gobierno en funciones dirigidas a reorientar la marcha económica de la nación. Lo más probable será que sus acciones se enmarquen en tratar de apagar fuegos que surjan durante su mandato, sin que se combatan los problemas de fondo. A más que es posible que dentro del Gobierno consideren que la gestión desplegada es todo un derroche de virtudes.