Los ecologistas serían tan sin sentido para los extractivistas como son estos para los primeros. La sociedad pierde con las simplificaciones polarizantes al no disponer de razones sino para la condena, poco para comprender hechos.
La Asamblea Nacional Ambiental, formada por organizaciones ecologistas y sociales, acaba de publicar una “Agenda Nacional Ambiental”. Tiene el mérito de sistematizar la situación ambiental del Ecuador tan rico en biodiversidad, tan concentrada en el espacio y que por ello puede ser más fácilmente afectada. Ante temas cruciales como la minería, los hidrocarburos, los manglares, el desarrollo urbano y la vida urbana, la vida marina, la contaminación ambiental, las hidroeléctricas o el cambio climático, entre otros, luego de identificar un diagnóstico propone una agenda de acción para contrarrestar los problemas o proteger el ambiente. Es un positivo esfuerzo de concentrar un diagnóstico y sugerir acciones para el Estado o la sociedad, organizaciones o personas.
Esta agenda quiere ser contrapié al Gobierno, defendiendo la democracia, la participación, la libre expresión, la diversidad cultural y los derechos de la naturaleza. Según sus autores, harían alternativa al extractivismo. Este texto así invita al indispensable debate sobre el ambiente.
En la agenda, como es común en América Latina, el extractivismo es como el ábrete-sésamo para explicar las amenazas ambientales. El extractivismo convertido en un sistema requiere muchas precisiones no simplificadoras, se lo da por hecho, cuando solo explica algo.
En la agenda, sutilmente, se recrea al buen salvaje para que campesinos, pescadores artesanales, indígenas o simplemente el sector popular, sean ecológicos y no extractivistas, por principio, algo casi socialmente genético. Se otorga así valor no a sus acciones en relación a principios o políticas sino al peso social dado a estos sectores.
En los hechos, el no extractivismo completo no es social, económica y políticamente viable. ¿Cuál organización política, una vez en el Gobierno, dejaría de extraer petróleo? Pero al inverso, el Gobierno simplifica más prometiendo el paraíso con mayor extracción de todo. En los hechos, al norte y al sur, el festín acaba con el cambio del ciclo de precios para el recurso natural. El problema de fondo es más bien que la existencia de este maná natural lleva a que la sociedad y el Gobierno mismo no se esfuerzan en otros modos de hacer economía y se vuelvan rentistas, se acostumbran a que las cosas caigan del cielo, ahogan la creatividad que las sociedades pueden tener ante las necesidades.
Ni lo uno ni lo otro es automático ni simple, pero las tendencias van por ahí. La búsqueda, con más extractivismo, de nuevas vías para otro sistema económico, generalmente queda trunca por la dependencia y todo lo que entre tiempo genera ese maná que cae del cielo.