La tensión diplomática que existe entre Rusia y varios países de Occidente sube de temperatura.
La dicotomía que incidió durante buena parte del siglo XX vuelve a mostrarse aun cuando incipiente y por causas diferentes, pero con un punto de contacto: la lucha por el poder, la demostración de fuerza y la hegemonía.
La nueva ‘Guerra Fría’ detona en las relaciones diplomáticas. El caso se avivó por el envenenamiento del ex agente ruso Skripel Serguéi y su hija Yulia. Él vive al sur de Inglaterra, protegido por – se supone – haber entregado información sobre otros espías por lo cual fue condenado en Rusia y luego canjeado por espías de Estados Unidos.
Cuando las autoridades británicas determinan el envenenamiento producido por el gas tóxico Novichok, que data de los tiempos de la Unión Soviética, todas las miradas de Occidente apuntan a Rusia.
Entonces llega la expulsión de Estados Unidos de 60 diplomáticos rusos. Y Moscú responde con ‘reciprocidad’ contra varios países del mundo.
La escena de la geopolítica planetaria es muy distinta a aquella del mundo bipolar. Luego de la II Guerra Mundial, los aliados de Occidente, la URSS y Estados Unidos derrotaron al Eje (Berlín, Roma y Tokio), el mundo entró en un status quo de pulso de poder que se llamó la ‘Guerra Fría’. Armamentismo, expansión ideológica, viajes y conquistas espaciales. Se llegó a niveles insospechados con la llamada Guerra de las Galaxias y los escudos antimisiles, la Otan y el pacto de Varsovia. Mientras, agazapado crecía el gigante de la China Popular.
Muchas historias se han escrito y se han rodado películas de suspenso pero la realidad supera la ficción, las víctimas mortales de los servicios secretos es incuantificable.
Hoy el poder chino basado en capitalismo de Estado y con un mismo Partido Comunista, recompone su patio trasero en su zona de influencia y por dentro sonríe ante el reestreno de la nueva ‘Guerra Fría’.