El miércoles, cuando Lenin Moreno asuma la presidencia del Ecuador, habrá cumplido la meta más preciada por quienes están en política.
Sin embargo, el inicio de su mandato es eso, el punto de partida de un reto, de al menos cuatro años, en medio de una aguda situación económica y con un momento político muy distinto al conocido en la última década que ya termina.
Las que podrían haber sido interpretadas como palabras fatuas en su primer acto de campaña hoy se llenan de contenido. El mensaje, desde su propia envoltura, tiene un significado que puede marcar su reto.
El Ecuador, o buena parte de sus habitantes, están hartos de la confrontación y la polarización que han dejado huella y lastimado la cotidiana vida de una sociedad agrietada, no solo subsumida en la inequidad y el desobligo por las perspectivas de la falta de empleo sino por la división causada, persistente, extenuante.
Por esas razones las palabras, los discursos y las primeras señas de los nuevos titulares de las funciones ejecutiva y el legislativa son un buen comienzo.
En el segundo caso mencionado fue un despropósito y todo un desatino haber teñido el inicio con el lenguaje repetido, desgastado y altisonante de los verdugos de la libertad de expresión, que pasarán a la historia como marca a fuego de esta década.
Es muy saludable que el presidente electo se haya reunido con empresarios y que lo haga también con los sindicatos -otro gremio agrietado desde el poder saliente- ; una buena señal, la cita con la nueva cúpula eclesiástica, que también recibió su fuetazo por atreverse a pensar distinto y a decirlo en voz alta; importante el encuentro con el Alto Mando Militar, luego de años de incomprensión, discursos ofensivos y acciones que afectan a los uniformados.
En la composición del gabinete no hay muchas novedades, como se va conociendo poco a poco, la mayoría viene del ejercicio del poder en distintas funciones públicas en los gobiernos de Alianza País y no se ve militantes de otros partidos en este primer momento. Nada que deba llamar a sorpresa si la vida pública de Lenin Moreno se inició en la fórmula del binomio de un candidato creciente y con pocas opciones para llegar a la segunda vuelta en 2007 y que luego terminó dominando el espectro del país por diez años y sin pausa.
No se debe desconocer que Moreno, más allá de una vieja militancia izquierdista de juventud, se pertenece al movimiento verde y por ello no se debieran esperar giros ideológicos mayores, aunque sí el pragmatismo para enfrentar el peor momento económico en muchos años, que se despejará cuando el nuevo gabinete destape los ‘platillos’ poco digeribles de la mesa servida.
Por eso la mano tendida debe ser acompañada de un cambio radical para recuperar la libertad de expresión perdida, para que los actores sociales vuelvan a tener voz y discrepar como un derecho. Es el reto: pasar del discurso y la oferta a la acción, liberarse de la pesada carga de la década.