Ni el atributo popular de sal “de la vida” ni el entusiasmo de Celia Cruz sobre su ¡Azúcar! tienen al parecer sustento. Efectivamente, venciendo la oposición de industrias alimentarias que intentaron ocultar evidencias (Journal Plos Biology, Noviembre 2017), múltiples investigaciones científicas acumulan sólidas pruebas de los nocivos efectos sobre la salud del excesivo consumo de sal y azúcar.
El American Journal of Clinical Nutrition publicó en Octubre de 2013, un estudio de la Universidad de Harvard, que responsabilizó al consumo de bebidas azucaradas de la “promoción de ganancia de peso en niños y adultos”, factor de riesgo de diabetes y algunos tipos de cáncer. El Journal of Public Health del Reino Unido en Marzo de 2015, confirmaba tal asociación con “sobrepeso y obesidad, diabetes, enfermedades del corazón y mala salud dental”. El New England Journal of Medicine documentaba en Febrero de 2010 la relación entre consumo de sal y enfermedades coronarias, hemorragia cerebral e infarto.
¿Qué es excesivo? La OMS recomienda no rebasar 12 cucharaditas de azúcar y una de sal en las comidas diarias; galletas, gaseosas, y mermeladas tienen mucho azúcar; mientras embutidos, enlatados, comida rápida y snacks son muy salados.
En Ecuador la Encuesta de Salud y Nutrición (ENSANUT 2012) reportó preocupantes hallazgos en niños y jóvenes; 83% consumían gaseosas y otras bebidas azucaradas; 64% snacks y 52% comida rápida. ¿Efectos? 30% de sobrepeso y obesidad en escolares y 60% en adultos; 46% de personas de 18 a 59 años tenían pre hipertensión o hipertensión y 10% de personas de 50 a 59 años diabetes.
Enfrentar el problema exige esfuerzos integrados; la ley chilena de alimentación es un ejemplo: educación nutricional y de promoción de actividad física; prohibición de venta de alimentos no saludables en escuelas; de publicidad para menores de 14 años y; etiquetado frontal de alimentos con 4 sellos octogonales negros – semejantes a un “PARE” – que alertan sobre altos contenidos de azúcar, sal, calorías y grasas. Mensaje sencillo: “prefiera alimentos con menos sellos y si no tienen mejor”.
¿La estrategia? Según Guido Girardi, médico y senador, perseverante líder de la iniciativa, se requiere “inteligencia colaborativa” entre academia, ciudadanía y política. ¿El resultado?: 68% de la población asegura cambió hábitos alimenticios y 65% dice que restringió productos debido a los sellos (Adimark, Enero 2018); 92% calificó a la ley como “buena” o “muy buena” (U. de Chile, Enero 2017).
En Ecuador, sin medidas coadyuvantes, el “semáforo nutricional”, luce huérfano y poco práctico. Anecdóticamente, el chocolate de recuerdo entregado por el Ministerio de Salud en una reciente reunión internacional era ¡alto en azúcar y alto en grasas!