La preciada joya de nuestra naturaleza, el Cotopaxi, comienza a dar signos de preocupación, pues como todo poderoso volcán está emitiendo ráfagas de gas, sin llegar a la emisión de ceniza.
Si su inquietud se agudiza, el deshielo producirá daños en los valles, incluyendo escasez de agua para no menos de 10 000 habitantes de parroquias cercanas; y en cuanto a Quito, podría reducir o suspender el agua que viene por el río Pita.
Este hermoso volcán, de 5 897 metros de altura sobre el nivel del mar, tiene hermanos. Hay uno igual en el Estado de Washington, USA, llamado Rainier. Un poco más lejos, está el gemelo Fujiyama, en Japón. En Chile tiene otro hermano en la parte sur, el Osorno. En África, un similar llamado Kilimanjaro.
En la década de 1 550 produjo una erupción que determinó la pérdida de la guerra del general Rumiñahui y de su poderoso ejército. Los conquistadores españoles eran pocos, pero cabalgando en sus corceles daban la impresión de un solo ser que, además, causaba miedo porque los jinetes estaban protegidos con armaduras; en su cabeza ostentaban yelmos; y lo más terrorífico para los indígenas eran los disparos de armas de fuego que ellos no conocían.
Capturado y asesinado el emperador Atahualpa, los españoles recibieron ayuda de los cañaris que, en aquel entonces, eran enemigos de los hombres de Rumiñahui. Este jefe se dio cuenta que aquel ser que les asombraba eracompuesto por el caballo y el jinete; y para evitar su avance, ideó cavar trampas para que caigan los caballos; y ya sin ellos, acabarían con los jinetes.
El historiador Pedro Fermín Cevallos relata (‘Historia del Ecuador’, edición del Municipio de Ambato a cargo del alcalde, señor Galo Vela Álvarez): “Mientras fluctuaban así los españoles, se oyó de súbito y a media noche un estruendo para ellos (los indígenas) del todo desconocido que asemejaba al que pudiera causar un gran ejército de artilleros. Acababa de sobrevenir una de esas revoluciones físicas, tan frecuentes entre nosotros por esa multitud de volcanes asentados entre las cordilleras, y el Cotopaxi saludaba a los invasores con una de sus erupciones formidables” … “fue la señal más infalible, el anuncio más cabal del destino que el dios sol tenía reservado para sus hijos. Tuvieron por repetida la predicción de Viracocha, pues bien o mal fundadas sus tradiciones, para ellos eran evidentes como de divina procedencia, y mustios y anonadados abandonaron el campo, cediendo tímidos al poder de su candorosa fantasía”.
En adelante, los soldados españoles continuaron ocupando territorio y llegaron hasta Quito, donde el derrotado Rumiñahui ocultó tesoros, quemó la ciudad y en una especie de mensaje dejó indicado: Quito no muere … Quito no se entrega ni se rinde. Venid Viracocha, a tomar el tesoro de Atahualpa. Esta, la intervención de ‘Cuello de Luna’.
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