El Ecuador tiene un nuevo empate de tendencias políticas. Está dividido entre seguidores del gobierno y oponentes mayoritariamente con una opción de derechas y de centro izquierda.
Cada cual no admite la existencia del otro. La mayoría de oponentes no necesariamente optó por estas tendencias sino rechazó al gobierno. Es el fruto de la polarización que implantó Correa. Las frustraciones han crecido y llevado a la impaciencia y al conflicto abierto.
El CNE arrojó combustible y caldeó estos ánimos ya tensos. Fue dudas y desconfianza, no certezas, que dio el CNE, post-elecciones, cuando debía garantizar legitimidad al hecho decisivo de elegir gobernantes. Además, las elecciones tienen algo de mágico, cada cual expresa una voluntad con el voto y espera sea respetada, no burlada.
Cuando no hay fiabilidad y transparencia se siembra la incertidumbre y la desconfianza del sistema.
Ya había dudas de un CNE con miembros cercanos o parte de AP, al nivel nacional y provincial. Resulta fundada la desconfianza sobre cómo actuaría este organismo tan puesto en tela de juicio en las sociedades en que la democracia y sus instituciones no dejan de ser cuestionadas.
En la campaña, el CNE no ve la propaganda indebida o excesos de propaganda gubernamental y de AP. Los problemas y dudas se acumulan.
Es comprensible que partidos y ciudadanía, tengan dudas que el CNE garantice un funcionamiento institucional, neutro ante los contendores y la votación; que se ciña a la ley y no al corazoncito pro AP de sus miembros.
Pero el día de elecciones, el CNE sembró más dudas y dejó que la sospecha del fraude se enraíce con su cola de indignación, protesta pública, exacerbación de ánimos. Al no presentar los resultados de conteo rápido de la Politécnica y de obstaculizar la realización del de la corporación privada Participación Ciudadana y retardar la presentación de sus resultados, era comprensible preguntarse qué tramaba el CNE y el gobierno.
Al no comunicar los resultados del 20% de actas y propalar que “como nunca” llegarán de inmediato, exacerbó los ánimos y dio cabida a la posibilidad del fraude. Tres días le ha tomado para ello. Los matemáticos decían que los nuevos datos no cambiarían nada. La protesta y la opinión pública jugaron un gran rol para que se respete de la voluntad ciudadana.
El CNE hizo el retrato del sistema actual por el cual el gobierno dispone de medios para ganar a como dé lugar, sin que cuente razones legitimas o leyes, salvo si le justifican. Pero ahora, buena parte del Ecuador parece decidida a no admitir este sistema. Así, los ánimos se caldean y la confrontación torna a enfrentamientos, hasta violentos. Eso sembró la polarización política de Correa, pero el Ecuador requiere frenarla para que los resultados de la segunda ronda arrojen legitimidad y no ingobernabilidad sin mañanas vivibles.